sábado, 16 de febrero de 2013

- MI PRIMER INVIERNO AQUÍ -



Sí. En mi casa. Entre los años 2012 y 2013. Porque los recuerdos del otoño, se me desdibujan en medio de mi recuerdo. Estoy viviendo y durmiendo por vez primera en mi propia casa. Jamás nunca había pasado por esta experiencia, por vicisitudes personales del pasado y que ya no cuentan mi sirven. Solo es el futuro el que vale.
Estoy entrando ya en mi futuro desde el presente actual. Superando heridas y cicatrices, y en medio de mi gran y valorable reto de superación. Lo estoy consiguiendo, y además en una de las épocas más duras, como es la del invierno. La frialdad climatológica y mi necesaria audacia.
En efecto. Mi primer invierno aquí en mi casa. Mi referencia y mi identidad. Mis primeros pasos en mí, desde los que camino entre la cautela, la sorpresa y con alguna incertidumbre. Pero mis brazos siguen en lo alto, abrazo lo que me viene y lo que me llega como gran y  exhuberante patrimonio íntimo y personal, y en lo más profundo de mi nube de la dureza y del esfuerzo se encuentra una estrella que tiene una enorme sonrisa llena de satisfacción.
Qué bonito es tener tu propio espacio. Tu propio lugar, tu propia casa, tu propia cama, tu balcón lleno de luz, tu primer traje de adulto, tu primera corbata social, tus aproximaciones al sendero de la autenticidad y de la plenitud. Qué hermoso es ser un novato. En el fondo, solo puedo oler satisfacción en mi casa. Me la he ganado. Me he hecho caso a mí mismo. Y eso siempre tiene premio.
Duro, siempre es. Estar solo cuando llego deshecho de cansancio tras horas interminables de cuidar a mi madre tesoro, es muy duro. Pero a la vez, es muy sugestivo. Porque cuando te sientes lógicamente agotado, puedes pensar con menor agudeza y claridad, pero entonces hay un espacio de quietud y de reflexión que yo deseo y necesito. Mi camino hacia mí está lleno de aciertos y de rocas, pero igualmente, de superación positiva y de inevitabilidad.
Es igual que esté cansado. Es natural. Cuidar a mi madre cansa mental y físicamente, pero no me arrugo. Le doy todo mi cariño, y cuando llega la noche llego a mi casa y logro desconectar unas horas necesarias y mi descanso es más mental que físico, y vale toda la pena del mundo.
Mi diario personal está lleno de magia y de convicción. Crezco. Mi yo, lo entiende. Mi futuro camina desde el presente, abrazado a una verdad. La verdad de sentirme mucho más yo. Mucho más. José Vicente, mucho más sentimientos, mucho más emociones, con menos disneylandias, y con más ángulo de cotidianeidad laborada y cumplida.
Sé que me aguardan grandes retos. O, por lo menos, ahora me lo parecen cuando miro hacia el gran futuro de allá. El cronológico. A todos nos ha pasado cuando escalamos una montaña personal y sin pericia. Y cuando  lo hacemos, entramos a veces en el negativismo y en el pesimismo de que no se podrá lograr la cumbre ni el logro.
Mis momentos de ahora, de hoy, de mañana, de la realidad de mí, son momentos delicados en los que la vida del flluír sin empujones pero con decisión. Son tiempos para aprender y para nunca desmoralizarse. Para perseverar y pensar. Para aclarar mis conceptos y salir raudo y expedito hacia mis resoluciones y concreciones. Son días y noches llenos de responsabilidad, y cargados de capazos de madurez.
La vida. Sí. Yo siempre doy gracias a la vida. Aunque siempre te queda la tentación de pensar en aquello de por qué a mí la adversidad, me vuelvo práctico y decido hacerle caso al gran Antonio Machado: "Caminante, no hay camino, se hace camino al andar". Sabias palabras ...
Ando mucho, y me remango las mangas de la camisa y del jersey. Empieza de nuevo un día, y las cosas crecen hacia arriba y hacia la realidad, de la mano de mi impulso vital. Mi moral sigue fuerte como la de un soldado irreductible, porque creo en los caminos de mi futuro.
Y en las huellas de mis zapatillas y zapatos, ya se ven las marcas de un hombre que deja su rastro y su labor. Y cuyo perfil marca de fortuna una identidad nueva y hermosa.
-SIN FALSA VANIDAD-

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