sábado, 9 de febrero de 2013

- MI ENEMIGO -



Aquel hombre, me había ofendido. Había hurgado levemente en mí, lanzándome puyas injustas y probando mis nervios delicados debido a mi precaria situación actual.
Había puesto  en duda mi hombría, y amagaba haciéndose el bobo con más pruebas o     insinuaciones en torno a mi sexualidad, y delante de unos demás que no me conocían. ¿Qué pretendía aquel estúpido? ...
Le aguanté bien a aquel extraño los dos primeros asaltos de sus impertinencias, pero al tercer round yo le mostré los dientes. Y le dije con enorme contundencia, que ya se había acabado el tema. Que ya estaba bien, y que no le iba a aguantar ni una más de sus sandeces y tonterías.
Tan enfadado y colérico pudo verme mi desconocido enemigo, que decidió recular y no volvió a meterse conmigo. Todavía recuerdo el día de mi ira, cuando un amigo de él    vino    a  explicarme que yo estaba equivocado y que no debía haberme enfadado. Aunque bien es cierto, que comprendió mi actitud defensiva. Yo, le felicité por la defensa que hacía de su amigo, y todo terminó con un apretón de manos.
Pero el tipo extraño que me había faltado al respeto y yo, habíamos hecho el pacto a veces insano de ignorarnos mutuamente. Cada cual hacía su función y su labor, y no nos dirigíamos la palabra. Parecía la mejor estrategia para no tentar a más posibles roces.
Hoy he coincidido con él en una cena social. Casi todo el mundo, era amigo de él. Por lo menos, los que estaban sentados alrededor de la gran mesa. Le acompañaba su mujer, y toda la complicidad de sus amig@s y conocidos.
Al principio, la tensión entre todos era tremenda. Debían temer que nos enfrentásemos, y que la cosa pudiese tomar derroteros poco agradables. Pero pronto se   fueron    todos  calmando. El pacto de indiferencia y de rechazo, parecía seguir ahí. La tensión, era más de expectación que de violencia.
La cena avanzó, y yo conocí mucho mejor a mi enemigo. Era gracioso,      estrambótico,   surrealista, realmente divertido, dominador de las situaciones y los tempos, y admirado por casi todos los comensales.
Yo, le miraba, y apartaba finalmente sus ojos de él. Mi tensión me comía. Aparecía un nuevo y más real enemigo en mí, que la figura de aquel hombre. Le seguía mirando, y agachaba la cabeza. No estaba avergonzado, sino asustado. Había afeado la conducta a uno de los pesos pesados del grupo. Había sido peligrosamente audaz.
¿Qué hacer ahora?, ¿pasar de él?, ¿no prestarle atención?, ¿mostrarle enemistad y más rechazo?, ¿sonreírle sin ganas? ... Lo que yo no quería, era que el grupo se sintiese mal. ¿Cómo conjugar tantos sentimientos y hasta complejos y contradictorios? Excelente prueba, pensé ...
Ni mi enemigo ni yo, queríamos dar nuestro brazo a torcer. Manteníamos arriba el orgullo y la verdad respectiva. Hasta que finalmente, reaccioné. Pensé, que con los problemas que yo tenía, seguramente me había excedido en la respuesta el día en que estalló mi enemistad. Y comprendí, que si quería ser aceptado por el grupo, era básico hacer un esfuerzo generoso para limar las distancias.
Fueron minutos y hasta horas de lucha interior, mientras yo guardaba un silencio reflexivo, y mi enemigo no paraba de contar chistes y sucesos humorísticos. Quería generar buen rollo entre los suyos, y su humor se convertía en su más fuerte aliado.
En un momento determinado, mi enemigo se dirigió a mí, y me preguntó si deseaba tomar un poleo. Dentro de mí siguió la lucha, pero la idea de grupo me ganó. Le acepté la infusión, y decidí pensar en lo más inteligente. En reducir reticencias y tensiones,    y    en    generar yo igualmente con mi actitud relax en los demás.
Todavía no conozco bien a mi enemigo, pero he logrado alejarle de la gran tensión. Ahora somos menos enemigos. Y los amigos, siguen teniéndole a él el mismo afecto, y a mí una mayor aceptación. La guerra psicológica no ha cesado. Pero solo hay un juez supremo que la ganará. Y ese agente vital es el tiempo y la actitud de ambos. Solo el futuro decidirá quiénes somos realmente los dos.
-HAY QUE ESPERAR-

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