martes, 26 de febrero de 2013

- LA SEÑORA ANGELINES -



La veo todas las mañanas en el Jardín Botánico valenciano. Es alta y de pueblo, y haga el tiempo que haga se mete en el bellísimo parque botánico y se une a sus compañeras   de ejercicios gimnásticos cotidianos.
La señora Angelines es muy natural y extrovertida, y si te descuidas puedes ver cómo combina sus ejercicios con movimientos de bailes de salón. Es de un pueblo de Cuenca, y se nota su fortaleza. Y cuando llegan los calores veraniegos, acusa la temperatura     y    su vitalidad disminuye.
Ahora, es su época. La señora Angelines está fuerte y en su momento, aunque anda más cerca de los ochenta que de los setenta aaños. No se puede saber. Y, éso, que élla charla por los codos. ¿Por qué no iba a charlar por los codos si es feliz haciéndolo? ...
Y, práctica. La vieja Angelines tiene mirada de buitre castellano, pero hay en ella la ternura del calor rural. Habla con claridad y sin ambages, no se corta un pelo, afirma que no  hay que lamentarse demasiado por las cosas, y que ella no se plantea por ahora que venga   una  asistenta a ayudarla a casa, y que no le gusta que le desordenen sus cosas de toda la vida y de siempre. Y que, los fines de semana, llega su hija y le hace la casa, ¿para qué más? ...
Angelines es pícara y astuta. Cuando le atrae un hombre o le cae especialmente bien alguien, se le nota. Sigue teniendo la osadía y la inocencia de las eternas chicas de pueblo como en su ya lejana juventud. Se vuelca y dice lo que quiere, no gusta de la timidez, y le encanta el discurso que proviene de la naturalidad.
Qué bello sigue siendo ser de pueblo. Yo me fijo en su personalidad, y me doy cuenta de que no hace migas con la gente ni con las mujeres que mantienen una cierta distancia altanera. Porque la señora Angelines ama la naturalidad y no cree demasiado en superioridades de ningún tipo.
Es sencilla, y no gusta de las cosas complejas y finalmente huecas que el viento se lleva. Ella es inmediata y clara, le gusta que sean abiertos con ella, y entonces Angelines les cuenta muchos chistes y muchas picardías. Porque a la señora Angelines, le gustan mucho las picardías.
Todas las mañanas, acude al Jardín con una bolsa verde, que en su interior alberga séis pelotitas de goma. Al acabar los ejercicios de la gimnasia, la señora abre su bolsa, y allí que aparecen la risa y la alegría. Y tras el juego, la heterodoxia y la alegría para todas las edades.
Y todas las señoras y algún  que otro señor, juegan a pasarse dichas bolas, y así   pueden  comunicarse más, y dar calor añadido a sus afectos, y hasta sacar todo su bagaje de niñ@s eternos.
Así que yo me uno al grupo, y me pongo a jugar con las viejitas a pasarse ordenadamente las pelotitas los unos a los otros. Y como la señora Angelines me ve disfrutando como un niño jugando, entonces le sale la picardía, me llama por mi nombre de pìla, y me lanza un bolazo a ver si soy capaz de detenerlo.
Logro parar sin problemas el pase de pelota, y la señora Angelines no se rinde. Me suelta bolas y más bolas, a ver si logra preocupar la guardia de mi seguridad. Y lo que logra, es provocar mi risa y mi sorpresa. Y entonces todo el mundo ríe, y se ponen a jugar con más ahínco y vitalidad, y los turistas nos miran divertidos y hasta admirados: "Ésos viejos, qué bien que se lo pasan", se les oye al fondo decir.
La señora Angelines no hace caso. Ella quiere ser feliz y aprovechar sus tiempos. Cosa que hace y plenamente. Y por la tarde, se va al Hogar del Jubilado y juega a las cartas con sus amigas y baila y hace lo que quiere. Vive.
Cuando hoy le decía a la señora Angelines que mi madre viene     al     Jardín    Botánico a regañadientes y que en su senectud no atiende a razones, Angelines me ha dicho rápido y claro: "Tú, la pones en la silla de ruedas, y aquí en seguida" ...
-CON PRESTEZA Y ASTUCIA-

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