lunes, 25 de febrero de 2013

- JANE GOODALL DE LOS MONOS -



Inglesa. Ahí la véis con su eterno aspecto de dama juvenil. ¿Qué le pasaba a aquella niña, que sentía curiosidad por las cosas desconocidas y que tenían que ver con los animales? Nunca sabes. Una atracción en el gen hacia otros seres vivos quizás ...
Ciencia. Éso, es la gran Jane Goodall. De familia londinense modesta, y con un brutal impulso por la aventura y por el conocimiento de otras realidades. África, su pasión mágica. Y los simios, sus grandes y favoritos explorados. Allí está la cuna del mono.
Imaginas a las mujeres inglesas de los años sesenta. La África, la selva lejanísima de dichos años. Las guerras, el peligro, el riesgo, las enfermedades... ¿Qué tendrían que ver con la imperial Londres?
Para la científica Goodall, el placer en la Ciencia podía igualmente salir desde las aulas de Oxford o Cambridge hacia los grandes universos terrestres de exploración animal. ¡Oh, el naturalismo!
El estudio de la Naturaleza y de sus pobladores. Mojarse el culo en los lugares hostiles y de verdad. Sí. La pasión indomable en su espíritu ejemplar. Jane fue una de las mujeres que se subió a un vehículo, y no esperó. Y se marchó a Tanzania a ver su pasión. Los monos del lago Tanganika eran un exhuberante caldo de cultivo para la investigación y el descubrimiento.
Algunos de van a asombrar. ¿Qué demonios hace una persona del sexo femenino observando a seres anodinos como los monos?, ¿qué hace una chica blanca y larguirucha, y sin maquillar y pasando calamidades, mirando la conducta de los chimpancés, orangutanes, y todas las diferentes familias de simios?, ¿no es un era una locura?
¡No! Jane Goodall sabía que no era una pija adinerada y caprichosa que huía del mundo civilizado, ni que pronto se desanimaría o algo así. Nunca. En absoluto. Porque a la eterna Jane le apasionaba la observación. Qué bonita palabra la de observación. El estudio. Tratar de ponerse en el lugar y casi en la mente del primo común del que todos descendemos. Los monos, se nos parecen demasiado mucho.
Y la gran Jane,-su nombre es el mismo que el cinéfilo de la mujer del mito Tarzán-, comenzó a sentirse maravillosamente atraída por la sensibilidad. Porque los monos no eran ni buenos, ni malos, ni anodinos. Todo, menos anodinos. Su espíritu femenino y científico, la daba la paciencia de poder verles y estudiarles, de estar en su hábitat y mensurar el desnudo de su comportamiento. Lo que hacía Goodall era seguir a Darwin. Descubrió que los monos tenían valor de seguimiento y valía de sentimientos. Podían hacer la amistad, el machismo, la agresividad, el dominio, la sexualidad, las madres cuidaban de sus crías, y había todo un magma de saber que estaba allí en sus lugares naturales. La cuna, la raíz y el instinto del hombre cuando todavía no podía serlo, podía hallarse sutilmente en las reacciones del ser cercano que quedó atrás en la evolución. Sí. El mundo de los monos era apasionante. Lo será siempre ...
Allí en África, Jane se instaló en observación científica y en bases      construídas   de  investigación, las cuales maravillaron a científicos y a no científicos. Era posible ser feliz y apasionada trabajando en la cruel selva de Tanzania, y en lo que más le salía del alma y del corazón.
Su aventura es y será Ciencia. Ciencia y libertad. Pasó el tiempo, cogió fama, y le dió seriedad y consistencia a su trabajo: Primatología. El saber y el comportamiento acerca de los graciosos y salvajes simios.
Toda una eminencia en el mundo científico y naturalista, camina con más de setenta años con la vitalidad de una atleta del riesgo y de la Ciencia. Y la llaman para que dé conferencias, y para que explique en periódicos, teles, radios y revistas, qué es éso de la pasión por los monos. Pocos más que ella lo saben.
- THANK YOU, MISS GOODALL-

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