jueves, 27 de marzo de 2014

- SOY DE NUEVO TODA YO -



Segura. Muy segura de mí misma. Es real y bonito recuperar esa seguridad y esa alegría. Porque mi vida se vino abajo.
El médico me dejó de piedra. Con toda la mejor y exquisita educación del mundo, me comunicó que tenía cáncer. Que había que intervenir y en cualquier momento.
Sí. Tenía razón. El problema no es que uno de mis pechos iba a ir fuera. El verdadero problema es que a mis cuarenta años podía morirme si la medicina no actuaba en mí y sobre mí. Lo comprendí asustada algún tiempo después. Nunca te esperas las etapas. La vida te aterra y te espabila.
Pasado el tiempo de radioterapia y de esperar cinco años a que se fueran poco a poco los escalofríos, noté que mi marido estaba huidizo y como decepcionado. Apenas quería sexo. Debía tener un rollo ya por ahí. No era la persona con la que me casé.
Superar otra pérdida. Le dije que se fuera y que se acabó. Aquello no era comunicación ni era nada. Aquello era rutina y frustración. Un adiós. Todo se había acabado.
¿Reempezar de todo y con un hijo adolescente yo sola? Mi familia real, me ayudó. No sé qué habría sido de mi capacidad de reacción sin tod@s ell@s.
Y, D. Luís. Don Luís se dió cuenta de lo que me pasaba, y me miró y me hizo llorar mucho. Me habló de hedonismos, y de sentimientos, y de formas, y de actualidad, y de lo rara que me había vuelto.
¡Ok, en oncología! Controles fetén. Cinco años y ya te puedes hacer muchas ilusiones. No morirás. D. Luís era de coco y no de cáncer. Y me preguntaba todas las semanas el porqué de mi no sonrisa. Hasta que se lo expulsé todo.
No era lo mismo. Te vas a la playa y te falta una teta. Los tíos se van y nunca más te miran. No es cosa de ser una acomplejada, sino de ser sincera con una misma. Mi otro pecho aún es bello y seductor. Estando coja de ahí, todo lo demás se te hace bola por añadidura.
¿Un sostén con dos copas? Sí. Claro. Con dos copas y un solo seno. ¡Tenía que hacer algo! Los rellenos eran ineficaces. Y los disimuladores, una puta risa.
Consensuamos entre todos un dinero. Les beso. Las cosas concretas valen money. Y yo estaba en el paro. En medio de la crisis, y con muy pocas ganas de ser yo misma.
El cielo se me abrió aquella mañana en aquella clínica de estética. Porque pude hacerlo. Sí. Me pusieron un implante mágico. Otro pecho. Mi otro amado y casi olvidado pecho. Y, ¡sin diferencias! No se nota. No se nota nada. Y cuando días después me miré en el espejo, me quedé alucinada. Era yo de nuevo. La de siempre, la que hacía volver cabezas a los hombres, mi sensación de recuperación de todo el pasado ...
Me daban ganas casi de enseñar las tetas. ¡Oh, es fantástico volver a mí! Sé que están todos los Damocles dispuestos a aguarme la fiesta en cualquier momento, pero todo es ahora afortunadamente diferente.
Me ilusionó que un chico más joven que yo me tirara los tejos. Sinceramente. Pero lo mejor es Santiago y sus cosas. Tiene mi edad y le soy simpática, actual, pizpireta, mujer, divertida, relámpago, juvenil y casi sin pasado. Le ha caído bien a mi único hijo David, y el otro día se lo llevó al Bernabéu con él para que viera el fútbol.
No soy frívola, sino real. Soy otra vez Beatriz. De la cabeza a los pies, y mi ex, un perfecto cobarde. Se arrugó y ahora me vendrá con excusas de mal pagador. Pero el pasado ya nunca existirá.
Pienso que he rejuvenecido y que el tío del mazo está de lejanas vacaciones. Nunca olvidaré al cáncer, pero ahora me siento con la fuerza de un maremoto. Soy una mujer afortunada y la de siempre. Y nunca echo de menos aquella teta inicial. Soy realista y muevo mis recursos con prontitud y eficacia. Estoy renovada y con la sonrisa amplia. Y si un día he de mandar a Santiago al olvido, que nadie olvide que lo haré. Por mí misma.
-Y POR TODO-

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