Honrados, laboriosos y a ratos hasta brillantes. Los rojiblancos de Simeone casi lo consiguen. Estaban haciendo la madurez ante el bombardero Real Madrid. Y esa madurez ilusionaba al imponente y anchote estadio Vicente Calderón.
Tenían al Real. De hecho, habían sido capaces de centrarse ante una tempranísima bala del francés Benzema. Lograron relajarse. No se sintieron derrotados ante la adversidad de la pegada, y siguieron caminando.
Para éllo, apostaron por el temple y el tesón. Nunca les convenía un choque directo contra los cracks de Ancelotti, y por eso se dejaron la piel rebañando cada balón, implicando al polémico y gran Diego Costa, y haciendo más grande al barbudo y extraordinario Arda Turan. Sensacional el turco.
Pararon temporalmente al Real, y llegaron a hacerse con el dominio del juego. Dos goles, uno de Coque y otro de Gabi le daban la vuelta al marcador antes de que el árbitro pitara la mitad del encuentro.
Y en la segunda parte se vió lo mejor de Simeone y de esos excelentes y listos jugadores. Porque siguieron peleando. Tensión e intensidad. Cada balón era un reto, un pressing y un derroche. Y cuando tenían la pelota, la dormían en rondos y en amagos buscando los nervios y la desazón de su eterno rival.
Mas no se contaba con la deuda de oxígeno. Ya les pasó el otro día en Pamplona con el Osasuna, pero la competición es un largo marathón.
Y no solo Simeone no movió el banquillo quizás a tiempo, sino que una lógica más que aplastante te decía y te hablaba de la cortedad y minoría de plantilla de este fantástico y entusiasta bloque. Ordenado y dispuesto a la perfección. Más que trabajado.
Asfixiados paulatinamente, los del Cholo cedieron metros y recularon. Y el Real Madrid comenzó a arrear. Los blancos podían estar jugándose ya media Liga. Cristiano y todos sus compañeros buscaban el balón y la portería con actitud de malhechores sin escrúpulos. Sus ojos olían al gol deseado.
Más oxígeno y mucha más plantilla y recursos en los blancos. Y Cristiano Ronaldo no iba a dejar pasar las ocasiones para hacer la herida. Se arropó desde un error de la zaga rojiblanca, agarró el balón y lo metió adentro. La suerte, comenzaba a estar echada.
El Atlético lloró nostalgia e impotencia, pero la realidad marcaba un destino bien poco claro. Porque el Real seguía respirando con más pulmones que un fondista, aun no teniendo precisamente su mejor tarde.
Tablas al final en el 2-2, con un excelente y bello partido de tensión, ilusiones y circunstancias. Todo lo dió el equipo rojiblanco y pocos tendrán la queja.
El Vicente Calderón aguardaba los tiempos de las machadas y del enorme triunfo, pero esto queda diluído por las evidencias. El Atlético sigue jugando la Champions, y todo son kilómetros que necesitan de un descanso y de muchas más piernas y musculatura. Lo que pasa es que el fútbol es una sorpresa final y nunca sabes.
-EXCELENTE ENCUENTRO-
0 comentarios:
Publicar un comentario