domingo, 9 de marzo de 2014

- NO CREO QUE SEA POSIBLE, MARGA. -



El otro día me llamaste por teléfono y yo no estaba. Y como no tengo costumbre de mirar las llamadas perdidas de mi viejo y más que desfasado teléfono fijo de casa, no me percaté de tu mensaje.
¿Olvidarte?, ¿yo, Marga? Eso no puede ser posible. Han sido muchos años de contacto, comunicación y de bastante afecto. Y yo, dadas mis circunstancias personales y mi manera de ser, nunca lo olvido. Porque fuiste mi confidente, quien llenó los agujeros de esa puta familia que nunca tuve, y la construcción y el esbozo de una historia propia. De mi patrimonio personal.
La última vez que reñimos, me sentí orgulloso y ofendido. Y mi dolor sonaba a decepción hacia tí. Era muy difícil. Hacía mucho tiempo que no oía tu atención y tu calor. Solo oía oportunismo y frialdad. Indiferencia ante mis progresos y quejas ante mis dudas.
Comenzaba a digerir que esto había terminado para siempre, cuando ahora vuelvo a escuchar tu voz en el contestador. Tu voz grave, pausada, orgullosa, tranquila, experimentada, y tremendamente familiar. Porque tu voz siempre fue verdad y familiar. Siempre ...
No creo que debamos retomar la amistad olvidada y decidida, ¿sabes? Porque no podría soportar otro dolor en paralelo a mi crecer cotidiano. Yo, soy complicado y por hacer, inteligente y un tanto atrapado, apasionado y desnudo a mil con quien les tomo afecto, y temo que nuestra cuerda pueda romperse de nuevo.
Tengo mil dudas, Marga. Más que mil. Porque yo voy siendo otro hombre, y tú tiendes a pensar que ya lo sabes todo de mí, y que tal, y que ésto y que lo otro. Creo que tú me conoces a mí más que yo a tí. Y éso que te conozco años. Pero me da a mí la impresión de que no podrá ser, y que volveremos a reñir como dos niños, y que como muy bien me dices en el relato en el que me pides perdón, todo fueron finalmente chiquilladas las que finiquitaron nuestra relación.
Y pienso por tanto que tú también eres una chiquilla. Y que te falta fuerza para seguirme, y que de la misma manera que te pido disculpas y todo éso, me doy cuenta de que aquí solo puede contar nuestra mutua confianza. Nuestra mutua seguridad en la amistad, Marga ...
Porque yo no debo estar ya para juegos y para emociones cambiantes, para rechazos potentes o para críticas sin fondo. Me temo, y ojalá me equivoque, que debemos cambiar mucho las estrategias o todo fallará.
Sí. Claro. Te perdono y te pediré perdón. Y hablaremos, y asistirás a mi vida, y a mí, y a mis mil contradicciones, y a mi drama, y a mi pena, y a mis ilusiones y a mis esperanzas.
Creo que te falló la invidencia total que tienes. Porque tu activo siempre fue precisamente tu ceguera física. Esa ceguera te ayudó a que ninguna sombra o sambenito se interpusiese en tu camino hacia mí. Y en la medida que tu carencia mutó en una visión sobre mí inexacta y un tanto extraña, la cosa se rompió.
Yo me alegro mares de volver a escucharte. Me encantará llamarte y volver a recuperar el contacto. Será un placer naturalmente retomar nuestra aventura de peripecia cotidiana, Marga. Pero soy otra persona y mi ritmo es otro. He conquistado mis parcelas inéditas y potentes, y no sé si tú vas a alcanzar a valorarlas en su justa dimensión.
He de ser sincero contigo, amiga. Hemos de ser profundamente sinceros y muy generosos. Ha de ser un afecto reencontrado y deseado, y a la vez armarnos mutuamente de paciencia infinita.
Tengo miedo de volver a quererte y de volver a hacerme daño, de contarte mis cosas y de que no me entiendas, y sobre todo de que mi senda pueda llevarme de nuevo a un terreno que ya no exista.
-LO CONFIESO, MARGA ... -

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