A veces me sobreviene un sueño que me hechiza y me separa. Es un sueño cuco y traidor, que surge cuando estoy cansado o dubitativo. Es un sueño que actúa desde el interior de mi sueño convencional. Pero, no es bueno ni saludable. Es malo y tramposo. Como los demonios hipócritas.
El suelo malo, engaña. Te hace creer que todo va bien y que te estás recuperando, pero eso no es verdad. Porque este sueño es una máquina de paralizar y de retener, de encarcelarte y de dilatar las responsabilidades.
Es un sueño que semeja un refugio, pero que son unas garras gandulas que atenazan y distorsionan. Es una pereza de miedo, de lentitud y de inconcreción. Es una boa que te hipnotiza y destruye, hace como que te acaricia pero en realidad se te lleva, te embriaga y te hace perder trenes y consistencias.
Además, el sueño malo es experto en camuflarse. Vive sobre la muerte, sobre lo inane, sobre lo vano, y se alimenta de mentiras y de malicia.
A diferencia del sueño saludable y reparador, este sueño va al revés de Cronos y te hace recular como los cangrejos y es lento como una tortuga. Es un sueño que va desde el sur hacia el pasado, se sale del mapa, y es aparentemente ilocalizable y muy poderoso. Tanto, que a veces se apodera de tí como el veneno bobo y de guadaña del cloroformo de la mosca tsé-tsé.
El mundo de este sueño nunca es el futuro ni el mañana, sino el victimismo y la idea de que las cosas no valen demasiado la pena. Es un sueño zulo, caverna, cárcel y castigo. Es un sueño dañino que hace la mentira y la irrealidad. Es caníbal desde el agotamiento, y se alimenta de tus zonas cansadas. Y gusta de sorprenderte cuando ya no le aguardas y te dices que ya nunca más volverá y que ya se ha cansado de uno.
Pero este maldito sueño es reacio a irse. Parasita con vehemencia y te hace tenerte alerta contra él. Es un sueño sexy y seductor como una dama sin escrúpulos e irresistible que crees que te lo va a dar todo. Es como una madre impostora que te llega y mira, pero que nunca te da su leche ni te procura calor ni protección. Es una farsante y una intrusa fuerza que se hace pasar por cercana, cuando ni siquiera puede ser un ligue cabrón. No es de amar.
Y de repente, el sueño se mueve y se aleja. Y te deja despeinado y sudoroso, y tienes la respiración entrecortada al percibir que llegas tarde a las citas acordadas y que te tacharán de informal y de irresponsable.
Porque el sueño malo juega a éso. A dejarte en evidencia, a aislarte, a decirte que con él se está bien, y toda una sarta de engaños que te desnudan negativamente delante del sol real que brilla en la realidad auténtica, apremiante e ineludible.
Pero todo eso le da igual al sueño malo. Le es indiferente que te caigas, o que cometas errores, o que evoques la nostalgia de unas páginas de atrás ya inexistentes. Al revés. Este sueño vive de éso. De hacer que te sientas mal, de procurarte la recaída y la pausa en tus retos y anhelos.
La mejor forma de apartarse de este sueño nocivo, es plantarle cara y actuar de frente. Ponerte valiente y serenar tus pausas. Aceptar la adversidad con firmeza y entereza. Asumir la realidad y el futuro. Esa es la clave y la llave.
Y esa llave siempre está en mí, y en tí, y en alguno de los bolsillos y en disposición de penetrar en un cerrojo y abrir todas las puertas de la libertad y del gozo verdaderos. Porque ese sueño tramposo nunca jamás se saldrá con la suya.
-ES MI DEBER-
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