Ternura y realismo. Más que divertida, a pesar del drama que encierra esta película ganadora del Oscar de este año. Merecidísimo, en mi opinión.
"Nebraska" es un acercamiento claro en tiempos de defenestración y de exclusión, al apsionante mundo de los ancianos. Y desde la perspectiva, de que todos seremos viejos más pronto o más tarde.
Este excelente guión se apoya en la vida cotidiana. En las raíces profundas de nuestro día a día; en algo auténtico y real que está ahí.
El formato en blanco y negro llega a ser como un homenaje a los ancianos y a los clásicos. También existe el cine así, y el social americano, y el que no tiene de protagonistas a jovenzuelos y a lo que llaman triunfadores. Hay otros seres y estares. Otros êtres ...
La mirada del protagonista es toda una estampa de los sueños cotidianos. Woody Grant, es un viejo ya senil, con el que hay que estar y convivir. Y que tiene ese universo y esa atomósfera de decisión, locura, alcoholismo, bondad, nobleza, vitalidad, mala leche, heterodoxia, complejidad y toda la ternura.
Woody se empeña en que le ha tocado un millón de dólares. Y raudo y presto, se va a pie a donde sea y camino de su "Nebraska" particular, sin saber que solo se trata de un timo de márketing.
Uno de sus hijos, David, decide recrear por unas horas el sueño de su viejo y delicado padre. Y decide llevarle allí. Al lugar de su ilusión. Decide seguirle de cerca el juego, y buscar en él a su satisfacción y darle a su modo humana lógica. Jugar a su "Nebraska" ...
Pero los ancianos no son predecibles. Y Woody es muy suyo. Su vida fue practicismo. Se marchó a Corea a defender la Patria, se casó con su mujer porque la inercia le llevaba al placer y a la familia, disfrutó como nadie a su manera a lomos de su camioneta y de su negocio de reparación de coches, y vivió en aquella zona dura y desértica fardando de vaqueros y de tradición, de mujeres y de besos, de su tiempo y de su laboriosidad. Aquella América ...
Y ahora también y de otro modo se puede regresar a esa especie de infancia de recuerdo. Porque sigue habiendo necesidad de orgullo y de presencia. Y de que pasen cosas, y de que él es Woody y no otro. Y nunca es imbécil ni tiene maldad. Es claro y no anda con ambages ni cortapisas, pero toda su mala leche aparente confiesa que la tiene porque quiere ayudar. Nobleza de fondo.
En el enredo que se forma cuando los suyos y amigos se enteran de que puede haberse hecho millonario, se crean situaciones de ambición que se enrevesan hasta casi parecer surrealistas. Y entonces se dan la autenticidad y a conocer, y aparece quien quiere a Woody de verdad, y quien quiere el interés y aprovecharse del abuelo.
Es una película dura y más que divertida. Es como si el drama lanzara tal hilaridad que a veces no puedes evitar la carcajada. Ni debes. Porque lo que sale un poco estirado y con idea en "Nebraska", es lo que nos pasa todos los días a todos en nuestras familias, y en las residencias, y en todas partes.
El mundo de la ternura de los ancianos nunca es un mundo vano e intrascendente. Solo es su mundo. Ya la vez el mundo de tod@s nosotr@s. Porque todos tenemos padres y madres en esas edades. O, abuelos. Y la edad propicia miradas nuevas y pertinentes. Oportunas.
Esa es la idea de esta excelente película. Que tengamos en cuenta esa eterna cercanía y proximidad. Que hay valores eternos, que hay lesitud y placer, carcajada y golpe, continuidad y risa, realidad y paciencia. E impacientes, e indiferentes y enemigos. En la vejez también está y sale todo lo dual.
-DEDICO ESTE MÁGICO FILM A MI MADRE SENIL-
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