Ayer remató en el Calderón su ventaja inicial y ganó 4-1. Es el equipo revelación en España y también en Europa. Sin duda que hay contar con el equipo de Simeone para esta europea competición del máximo prestigio.
Un extraño y avejentado AC Milan, salió nuevamente vapuleado. Este histórico y triunfante equipo italo, anda hecho una auténtica ruína.
Ni asomo de aquel fantástico equipo de Baresi, Maldini o Donadoni. O el de tantos gloriosos futbolistas que le han dado ya siete Copas de Europa. Ayer el Milan fue un equipo del montón, sin dominio de las situaciones, y en extremo vulnerable. Apenas existió. Solo Kaká dio muestras puntuales de quien fue. Este equipo, ahora del gran Seedorf, debe construírse nuevamente para poder recuperar su clásico pedigrí continental.
En cambio, el Atlético de Madrid fue a la suya. Hizo perfectamente su labor de presión, y contó con sus ideas bien claras para atacar y para defender. Tiene a dos lujos que sobresalen, como son el turco Arda Turan y el hispano-brasileño y goleador Diego Costa, además del excelente guardameta belga Courtois.
Se equilibra desde Juanfran, atrás, tiene a un excelente Filipe Luiz en la banda izquierda, y dos centrocampistas de poder y clase como son Gabi y Koke. A dos partidos en Champions League puede ser temible para cualquiera. Incluídos los dos equipos de aquí.
Ayer, Costa cazó una pelota bien pronto y la metió en las redes del portero milanista Abbiati. Y su equipo siguió jugando con toda comodidad, permitiéndose un lujo innecesario como fue el replegarse en exceso. Y en una de las contras milanesas, Kaká cabeceó imparablemente el empate.
Pero todo fue meramente nervioso y no para asustar. Al borde del descanso, el orden atlético y de Simeone hizo que las agujas de la calma retornaran al césped a través del marcador con un disparo de Turan con alguna fortuna. 2-1 y a retomar fuerzas.
Tras la reanudación, el Milan lo intentó todo pero tiene poco. Carece de tamaño y de seguridad. Y en seguida acabó cediendo el control y a la nueva presión. Y en un Estadio repleto y feliz, Luís García cabeceó espléndidamente el 3-1 y la gente se soltó. No hubo casi partido. La fiesta llenó las gradas, y el Atlético de Madrid se tornó más gracioso y ofensivo. Sin parar, volvió a la carga y a crear peligro. Diego Costa remató el festín con otro gol soberbio, y todos disfrutaron del pase a los cuartos de final.
A los de Simeone les medirá el músculo y el oxígeno, la plantilla y el azar. A partir de ahora viene lo gordo y lo serio. Lo que pasa es que a dos partidos, al Atlético se le ve capaz de muchas cosas y de bastantes sorpresas. Se ha hecho a pulso el calificativo de hueso u ogro de la mejor competición de Europa. Está a solo dos eliminatorias de plantarse en la mismísima final.
El público rojiblanco gozó de veras. Lo merecía este equipo de sufrir, el eterno "pupas" que solo parece tener existencia cuando su rival rico menudea o se relaja, o cuando acierta como este año en los fichajes y en el cuadro técnico.
"¡Qué manera de gozar!", como dice una de las estrofas de su himno. Lo que pasa es que su canción también habla de sufrir y hasta de palmar. Pero este equipo de carisma, plantea hoy en día una buena dirección. Como a todos, le va a afectar su pugna en la Liga y sus sobreesfuerzos. Si se libera y se toma tiempo, su orden y lógica futbolística la darán muchas opciones.
Ahora que se acaba de ir el mito Aragonés, ¿por qué no soñar con aquella final del 1974 contra el Bayern de Beckenbauer y del fatídico gol de Schwarzenbek cuando todo estaba ideal? Ahora, el Bayern es de Guardiola. Y bien pronto saldremos de dudas.
¡VA POR LUÍS!
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