Comenzó a llover. Al principio, débil, imperceptiblemente. Luego, poco a poco, la lluvia ganó en intensidad. Pasaban las horas, y seguía lloviendo.
El planeta Tierra, se estaba mojando por completo. No había un solo territorio en el planeta, el cual se librase de aquella lluvia pertinaz. Pasaba algo inusual. La gente, se alarmaba. No era posible que estuviese jarreando a la vez y con toda la intensidad, en todos los lugares del Globo.
Los sorprendidos meteorólogos y científicos, no podían prever aquello. No daban crédito. Pero debían aceptar la ralidad. Porque, pasaban los días y más días, y la inundación era ya general. La gente buscaba desesperadamente salvar sus vidas. Y para éllo, se encaramaban a los lugares más elevados que podían.
El cielo se poblaba de aviones de todos los tamaños, en un intento desesperado de huír de la cruel realidad. En la superficie, una legión enorme de barcos de todas las dimensiones y modelos, acunaba a los supervivientes no aéreos. Eso era. De eso se trataba. De, sobrevivir. De no fenecer frente al capricho desbocado y cruel de los elementos de la indómita Naturaleza. Los muertos, se contaban ya por millones. Mejor dicho: ya no se contaban. Incontables cadáveres, que contaminaban paulatinamente el mar, condicionando por completo el ejercicio de la pesca y de los consiguientes víveres hipotéticamente extraíbles. Se atisbaban las primeras pulsiones de canibalismo ...
Y, de repente, se escuchó un enorme trueno. Sí. ¡Brutal! En todos los sitios del mundo se abrió por un momento un fogonazo eléctrico de estremecedora luz, y se escuchó una voz horripilante. Era, ni más ni menos, que la voz del Gran Satán.
Habló el Diablo. Habló entre risas, carcajadas, mofas y muecas. El ser maléfico y repugnante, comunicaba a todos los supervivientes de la Tierra, que lloraran amarga y desesperadamente porque el Gran Final y el triunfo de la Enorme Muerte colectiva, era cosa de horas. De, minutos ...
Afortunadamente, también aconteció algo positivo. Una hermosa y dulce mujer, ofreció su amor y de todo tipo, al Gran Satán. Comenzó a lanzarle besos, a desear hacerle el amor, a masajearle su cornamente horrenda, y a reír toda su femineidad para agradar así al Gran Diablo.
Transferido finalmente dicho amor, paró la lluvia, y un enorme claro en el cielo dió paso a la nueva llegada alegre del Sol. La gente, gritó alborozada la buena noticia. El nivel de las aguas cedió y cedió, y muy pronto pudo ponerse de nuevo los pies en la tierra. La gran pesadilla, había concluído.
Pero nadie sabe, que la mujer que ofreció todo su amor al Gran Maléfico, está ahora llorando en el Infierno. Violada, torturada, y su piel abierta entre mil heridas. Y, a este paso, muy pronto será erigida como un nuevo ser de muerte.
-A VECES ES HORRIBLE-
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