Junio. Ahora que veo cómo al llegar este mes, los niños más pequeños dejan de tener clases escolares por las tardes, me ha venido a la memoria del recuerdo, mi niñez. Yo, de niño. Aquel pequeñajo y vitalista José Vicente. ¡Ya llovió !
Y, en seguida, se me ha aparecido mi abuela materna Carmen, que tenía el mismo nombre de mi madre. Mi abuela Carmen. Era natal del castellonense pueblo de Nules. Y tras su porte de orgullo y de una cierta dureza, se escondía una mujer animosa, práctica y tremendamente tierna. ¡¡ Mi abuela!! ...
¡Oh, los miércoles de Junio! Ese día. Cuando llegaba el mes de Junio, mi abuela Carmen nos tomaba de la mano a mi hermano y a mí, y allá que nos llevaba al cine.
Al cine, "Español", cine de barriada, el cual está a tiro de piedra de mi casa de siempre. Mejor dicho, estaba. Porque, actualmente, cines de barrio quedan bien pocos si es que queda alguno, y hoy están todos en la periferia, alejados de los barrios, y en forma de multisalas o de multicines.
Sí. El cine "Español". En la calle valenciana del Doctor Peset Cervera, esquina casi con la Gran Vía de Fernando el Católico. Y al lado del cine, había una "paraeta" estratégica, donde podías comprar altramuces, pipas, olivitas, papas, chicles, chucherías, y todo lo que quisieras para niños y mayores. Todavía estoy sintiendo el olor a calabaza de la citada tienda. Exquisitas.
Una vez nos metíamos la tarde de los miércoles en el cine "Español", ya no salíamos de allí hasta la noche. Aquello se llamaba: "Sesión contínua". Se trataba de la proyección de tres películas seguidas, las cuales se separaban por unos breves descansos de unos diez minutos. No muchos más.
La primera de las películas solía ser siempre de aventuras, ligera, o de acción fácil. Y a continuación, venía el plato fuerte que era la segunda de las películas. La buena, la de mejores actores, la más popular, o la de mejor calidad.
Y, para finalizar, la tercera peli era, o solía ser, de humor. De risa. Una especie de colofón de relleno, para terminar la tarde para mí festiva. Siempre festiva.
Me ha gustado hoy sacar del surco del tiempo, los recuerdos felices de mi infancia. Que también los hubo, y muchos. Como las botellas de naranjada que nos bebíamos para poder dejar paso franco en nuestros estomaguitos, a los altramuces, la sed y las pipas.
Pero, sobre todo, me ha gustado recordar el tacto y la presencia grandota, protectora y magna, de mi abuela Carmen. Maravilloso amor, maravilloso recuerdo. Mi abuela recia Carmen, siempre nos hablaba en valenciano, y tenía enormes dificultades para utilizar la internacional lengua de Cervantes. Siento el recuerdo grato, y la nostalgia de su ausencia. Era mi sangre, mi carne, mi ternura, y muchas cosas que me legó, todas para mí y para mi infancia.
-COMO UN CUENTO INOLVIDABLE-
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