domingo, 18 de julio de 2010

- JUGANDO A LAS DAMAS -

Ahí estoy. Delante del tablero cuadrado. Y enfrente de mí, otra inteligencia única que no sé por dónde me va a salir. No obstante, le doy la mano y le deseo suerte. Deportividad. Su turno. Adelante. Gracias, me dice, y saca ficha con rapidez. Y yo, también. Al principio los movimientos son fáciles, lógicos, sencillos y apropiados. Pero, poco a poco, las fichas rivales se acercan las unas a las otras. Van llegando los primeros movimientos definitorios. Va a empezar la trisca o la escabechina. Es el momento de los sentimientos y de las actitudes. De las pausas, de la verdadera personalidad y contenido, y en donde ya no tienen cabida las huecas y fútiles imposturas. Me acaba de matar una de las fichas. Lo importante es que me mate una, en un solo movimiento. Podrían ser dos, o incluso tres, las fichas que yo perdiera en tal movimiento. Cuidado. Repaso y atención, y sin hacerle demasiado esperar a mi rival. En medio de la partida, logro dar con una musa que nunca me suele fallar. Se trata de la santa y summa concentración. No. No existe lo otro. Lo demás es mera anécdota. Solo hay en el mundo ese cuadrado tablero en el que estoy jugando a las damas. Y, nada más. Estoy metido totalmente en la partida. Mi rival, también está muy concentrado. Y la observación de mi contrincante, me doy cuenta de que es un error. No debo estar pendiente de lo que haga. Debo estar pendiente, sobre todo, de mí. Y me doy cuenta, de que me pongo nervioso y contrariado cuando me mata las fichas con seguridad, acierto, y decisión. Malos sentimientos. Error. Me debe ser relativo que me las mate. Siguen habiendo opciones. Sigo jugando dentro de la citada e imprescindible concentración. Solo es un juego. Sigo siendo feliz jugando. Nada está perdido. Poco a poco, avanzo las fichas salvas, desde atrás. No hago locuras. Mi rival se da cuenta de que le ofrezco oposición. Cada vez quedan menos fichas, pero la partida sigue viva. Cuando me doy cuenta de la clara ventaja estratégica que le llevo a mi rival,-de nivel principiante como yo-, me siento bien, pero no confiado. Todavía he de terminar, y mi contrincante sigue moviendo sus peones con lentitud. Hace bien. Cuando me pide tablas, se las doy. -GRACIAS POR DEJARME JUGAR CONTIGO-

0 comentarios:

Publicar un comentario