Tras denodados esfuerzos que culminaron con un éxito que imponían la lógica y la sensatez, logré que mi comunidad aceptara que una empresa se dispusiera.-tras años y más años de falta de mantenimiento por parte de todos los propietarios-, a subir al tejado a sanearlo.
Yo, vivo en el piso superior, y junto con la vivienda contígua, somos los más inmediatos a sufrir los daños de las humedades procedentes del agua de la lluvia de un tejado agrietado y en franco mal estado. Las grietas amenazadoras, ya están ahí ha tiempo.
Presto y feliz, me sentía eufórico y satisfecho. Ya vendrían las obreros, sanearían, y a disfrutar de la remozada techumbre unos buenos años.
Mas, había y sigue habiendo, un problema sin resolver. No hay acceso al tejado. Nunca nadie se preocupó en exceso por tal circunstancia. En la última reunión, se decidió aplazar la construcción de una puerta exterior con escalerilla, que permitiría subir fácilmente arriba ante cualquier contingencia que surgir pudiese.
¿Subirían los obreros a través del procedimiento del andamiaje previo? No. Ello supondría casi el duplicar el presupuesto del gasto, con solo el hecho de colocar el andamio. ¿Cómo subir pues? Bueno. La empresa no tiene problemas. Se dedican a éllo. Con sus sistemas de seguridad, pericia, arneses, etcétera, no parece existir ni perfilarse mayor problema.
Hoy he sabido que el próximo lunes subirán y por mi casa, a través de una escalera, al citado tejado. Y, casi de repente, me ha venido la idea de la desprotección y de mi excesivo entusiasmo. He pensado en mil cosas negativas, y en los pros y en los contras de mi decisión asumida.
No puedo estar en dos sitios a la vez, dado que cuido a mi madre en otro lar, ¿quién entonces les abriría?, ¿por qué es que el propietario de al lado no ha facilitado las cosas?, ¿y cómo solventar un hipotético hurto?,¿y si cayesen?, ¿y por qué me dejaban solo en este fregado?, ¿por qué iba a ser tan bobo y desprendido de aceptar así como así? ...
Hasta que, finalmente, he reflexionado con frialdad. Cada uno de los propietarios, ha de defender sus intereses y estrategias. A los de los pisos inferiores, les interesa menos porque será a los últimos que les filtre el agua de la lluvia, y al propietario de al lado lo que le interesaba era no incomodar a sus recientes inquilinos, a los cuales todavía no conozco a pesar de que deben estar viviendo más de dos semanas a mi lado. Evitan el contacto, y se incorporan al blindado modo de vivir actual.
Frialdad, José Vicente. Cabeza y cerebro. El asunto, vale la pena. Tras años de inacción, voy a conseguir algo que me compensará. Poco pueden hurtarme dado que bien poco tengo, y en su momento hablaré con el jefe de la empresa constructora, y le daré la llave de mi casa y de la puerta de la calle al obrero de más confianza que dicho jefe disponga o acostumbre. Curtirme, y seguir creciendo.
No debo tener como prioridad nada, que no sea que el techo de la finca quede bien clausurado y protegido. Si me niego o pongo excusas, demostraré ser un incoherente. Ahora cumpliré mi palabra. Yo también defenderé los intereses míos además de los de la finca. Y ya me importará menos si llueve o si hace sol.
La prioridad son los temores fundados, como que el tejado está hecho unos zorros. Y el día de mañana, podré afirmar con orgullo que gracias a mi abierta y adecuada actitud, la finca aguanta firme y potentemente los embates climatológicos. Y así nadie nunca podrá dudar de mi coherencia y cariño al lugar en donde nací.
-A MI TEJADO DE MÍ-
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