De la casa, goleador, efectivo, dulce, guapo, y tremendamente educado. Ídolo de la afición del Athletic vasco de siempre, y ahora mito derrotado por el desengaño general. Ahora, el gran e intocable Llorente, el goleador internacional y la sorpresa indiscutible, ya no le dice nada a la afición del equipo blibaíno. Adiós, brillo ...
Todo empezó, por la negativa del presidente Josu Urrutia, a que el jugador decidiera mejorar su proyección deportiva, y poder fichar por un club de campanillas que premiara su enorme calidad que parecería que se hubiera ganado con creces en sus partidos exitosos de San Mamés y fuera de él. El mejor, y entre el carisma.
A la negativa de Josu Urrutia a entender que la ambición de Llorente no tenía que entenderse como una traición intolerable al vasquismo futbolístico, se unió la astucia del extravagante y oportuno entrenador argentino Marcelo Bielsa.
Porque en el medio de los partidos históricos del año pasado del Athletic de Bilbao en la Europa League, en donde hicieron un fútbol moderno y de primor, algo le pareció al "Loco" Bielsa que no podía ser tolerable. Por ejemplo, la actitud derrotista de algunos de sus jugadores en sus momentos cruciales de las finales. La manera tan estrepitosa de perder ante el Barça en la gran final, fue localizada hacia el tesoro y bello ariete. Fernando Llorente fue el foco y el iceberg de la crítica.
El público y la afición de San Mamés, ha dudado mucho. Al principio, le perdonó todo como siempre a los suyos, y como una sola voz defendieron a su gran goleador Llorente. Lo que pasa es que el fútbol es fugaz y una desmedida pasión de ambición. Llorente era de los suyos, y Bielsa un foráneo raro, pero el calendario del carrusel imparable del fútbol que nunca se detiene, comenzaba a cambiar las cosas.
El presidente de la entidad, había estallado y seguía haciéndolo: "Lo de Llorente ha sido un enorme golpe inesperado a nuestra línea de flotación..." Y, no lo quiere, y le desprecia, y solo desea que se pudra por ahí. Quizás, porque su humana ambición, con el traspaso del atleta Javi Martínez, le rompe todos sus esquemas de futuro al primer mandatario bilbaíno.
La verdad, es que Llorente es sensible y acusa los golpes. En su rostro hay tristeza y sensación de incomprendido, pero también le sabe mal la humillación que siente que sufre.
Porque, Marcelo Bielsa no le pone, porque lo saca cuando ya no hay apenas opciones, y porque le utiliza como un peón de segundo perfil a pesar de su enorme calidad.
Si Llorente recibe el balón de espaldas, hay pocos defensas que le puedan restañar o robar el cuero, es elegante, marca goles, por arriba es imparable, y posee la fría veteranía de un gran crack. Mas está ahora nervioso y no lo puede evitar. No es él.
Llorente, también ha marcado su sentencia. Nunca le dirá reproche alguno a una afición que le ha idolatrado y querido, pero que no acepta así como así que se vaya. Respeto absoluto, y ni una sola palabra ante la creciente indiferencia. Libertad para todos.
Pero el morbo y la tensión, substituyen a la sonrisa y a la gran alegría. Fernando Llorente casi es un villano en el gran y mítico estadio que le parió para el fútbol de éxito. El nacionalismo deportivo y de gen, no ve con buenos ojos la anunciada marcha de su maravilloso niño prodigio.
La ley del dinero y del mercado globalizado, abraza toda la realidad y acaba con las idolatrías y los apegos sentidos. Si se quiere ir, que se vaya. Que se joda. Que sea feliz o lo que sea, y que haga lo que quiera con el dinero. Vendrán otros, y ya marcarán goles y se apañarán. Al entrenador lo tirarán el día que se tuerza todo, y el presidente gestionará los dineros. Y, a otra cosa.
-CAE EL ÍDOLO Y DUELE LA INDIFERENCIA-
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