miércoles, 5 de diciembre de 2012

- DISTANCIAS -



Todo lo que tú quieras y me digas, pero no me conviene el asunto. Yo lo veo con impostura y ambigüedad. Somos demasiado guapos, correctos e impecables. Pero eso de tocarte o darte la mano, como que no. Como que me es excesivo.
Lo haces bien y tal. Pero yo soy yo, dentro de mi casa y sus paredes. Y aunque no me has hecho nada, cuando te veo por la escalera hay nervios de intrusismo o distancia. No sé lo que es, pero sé que está.
Sí. Ya sé que hablamos del tiempo y de cosas esenciales para la cortesía convencional, pero luego me temo que somos muy distintos. No podemos acercarnos, hay algo que no empatiza entre nosotros, y aunque siempre estará la risita y la sonrisa, creo que es mejor que nos nos acerquemos. No es que reñiríamos, pero creo que también no   podríamos     llevarnos.  Necesitamos una máscara para podernos soportar, ¿sabes? ...
Por éso necesito querer a los feos y a la gente que no me muestre tanta cordialidad, quiero que realmente pueda fiarme de éllas y de éllos. Naturalidad. Libertad. No me fío de otra cosa que no sea espontaneidad. Me perdones tú.
No compartimos, no nos invitamos, no jugamos a soltarnos y a divertirnos,   nuestras     imprevisibilidades nos asustan a los dos, y eso no me gusta nada. Aunque seas listo, maravilloso, navideño, positivo, supermán o arreglacosas. Es igual, perdóname. No puede ser. Necesito otra luz, nunca te invitaré a un café, no te soporto aunque me caigas aceptable, déjame pelín en paz, no me vengas con piropos o lindezas personales porque lo llevas crudo, y es mejor para tí que no te coja ojeriza. Es mejor para tí, para mí, y hasta para mucha gente.
Prefiero comer con extraños que hagan cosas vegetales, a compartir contigo un opíparo asado. Me sentaría doblemente mal. Engordaría, y además la tensión forzada me impediría hacer bien la digestión. Y para comidas de empresa ya tengo la de Navidad y el tormento. Que se sepa que quiero estar en libertad, y poder descalzarme los pies sin una mínima mirada crítica.
Vale. Bien. Sé que te gusto. No soy boba. Y, ¿qué importa si yo te gusto a tí si tú nunca vas a ser correspondido, muchacho? Es que no es. No puede ser. Estás en la estratosfera de mi vida. No se puede. Y además, no tengo por qué darte la menor explicación de por qué me haces pasar mal rollo.
Dicen que del amor al odio hay un paso. ¡Un Everest es lo que hay! Tus ojos no me dicen nada, eres gris, seguramente poco inteligente y tres escalones debajo de mí. Y sepas que nunca soy presumida. Mas no quiero manolazos raros en mi casa ni en mi vida.
Casi es filosófico ésto. Sé que lo sabes. No puedo ser tu amiga, ni tu compañera, ni tu profesora de piano o de técnica vocal. Prefiero a otros. Y a otras, a otro tipo y manera de ser, no quiero muecas quedabién, ni miradas furtivas, no me gusta tu modo de ver las cosas, no eres delicado y sí demasiado bruto. Yo, no soy de ésas ...
Búscate otra cosa. Las hay y muchas. Las veo y las ves todos los días.   Son     lo     que  seguramente tú buscas, porque no se parecen en nada a mí. Y además son tipas demasiado distintas, que me miran como a un palo, y que les doy igual y hasta mucha envidia, y así te digo yo que con su pan se lo coman y que sean muy felices.
Añoro ahora mi relax y mi yoga, mi Pilates y mi intimidad, me gusta reírme no porque me lo digas tú, y si suelto alguna coquetería no quiero miraditas por encima    de    los   hombros. Olvidemónos juntos que hay más oxígeno. Déjalo estar. Lo necesitas.
-YO EN MI CASA, Y TÚ EN OTRO SITIO-

0 comentarios:

Publicar un comentario