En esta especie de cuentos de Navidad, en los que aprovecho para narrar retazos de mi vida que crece y se asombra, os voy a hablar hoy en esta misma línea, sobre mis recientes experiencias. Quizás sirvan para que me acerque a tod@s vosotr@s un poco más. Auténticamente.
Veréis. Esta semana mi hermano tiene vacaciones, y puedo descansar y dormir solo en mi casa. Pero, a diferencia de otros momentos, ahora puedo ir encadenando muchas noches solo conmigo mismo. Mi paradigma nuevo. Y, apasionante.
Es otra cosa. No hay nadie en la casa, a pesar de que se mantienen los inevitables recuerdos de la nostalgia. Aquí, en este mismo lar, hubo vida, y ruído, y otras personas, y mil momentos familiares más.
El paso del tiempo y la vicisitud, me llenan ahora de una mágica y vertiginosa libertad. Puedo hacer exactamente lo que me da la gana, en este tiempo en el que mi hermano cubre mis relevos de mi descanso en los cuidados de mi madre senil.
Sí. La palabra es, extraño y vertiginoso. Ahí tengo la radio, la televisión, el ordenador, el calor de la estufita, ceno poniendo los pies en donde quiero, no hay una palabra de censura ni de ánimo, y mi camino personal se abre hacia un espectro de reto y de mismidad.
Crecer en mí. Ponerme a prueba. Habituarme a encadenadas noches de libertad y albedrío, y luchar por domeñar las riendas de mi tiempo, renunciando a los excesos y a las facilonas fantasías que podrían deslumbrar en aventura a mi tiempo real. Es momento de hacer las cosas bien y que me salgan de mí. Sin que nadie me aconseje o indique. Es un tiempo intenso y apasionante.
Noche, día, noche, día, y varias noches concatenando inéditos paisajes y propuestas de mi libertad. Claro que sí. Pienso en mi cama sola, y que sería el momento de llenarla con una mágica y maravillosa mujer que me tuviera amor y comprensión. Es inevitable y necesario el aspirar al amor, a la cena bonita, y a la secuencia sexy y siempre eesperada.
Cuando llega la noche, hago repaso, y trato de compararla con la noche anterior. Parece que no, pero dentro de mis silencios siempre hay matices y diferencias. Ningún momento se parece a otro. Y, los que semejan entre sí, los reflexiono igualmente en silencio y pienso en las cosas que me pasan por adentro. En mis ansiedades inmediatas, y en mis pausas tranquilas.
La mejor de mis noticias en el crecer, es el autoconvencimiento. Sé y logro parar y detenerme. Cuando me viene el sueño, entonces me levanto de la mesa y me vengo aquí al lecho. Os confieso, que algunos de los escritos y relatos, los confecciono desde el mueble del dormir.
Desde mi objeto de relax y yoga, paso y hago balance de mi recorrido vital. Va bien. Sin mayores sobresaltos y sin fantasías extrañas. Lo mejor, es el camino del hábito y de la convicción.
Duermo bien, porque sé que ésto es lo que toca para seguir creciendo. Ser libre no es hacer el loco, sino cuidar mi salud y mi vida. De modo, que maduro con sosiego y con una alegría interior que no puede transferir la tinta literaria y escrita de un bolígrafo sobre un papel. Casi es magia.
Encadenar noches, y hábitos, y temores destapados, y alegrías encontradas, y lugares retomados y hallados en mí, y olores casi olvidados, y rutinas por aprender, y todo el ánimo del mundo y en el empeño de seguir hacia adelante.
Sin miedos y con decisión, descansando, tomándome pausas, sintiéndome y creyéndome este trozo de independencia personal, asumiendo que la madre se me va yendo como una hormiguita buena, y aceptando todo lo que haga falta que es la vida. Sí. La vida, mi vida, mi presente de indicativo, mi personalidad apuntalada, tirándole una maravillosa y tímida sonrisa a la vida, y diciéndola que cada vez la temo menos.
-QUE ES MUCHO-
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