Hoy es madridismo. Toca madridismo. Grandeur y mito blancos. Porque el carismático y eterno Real Madrid que parió el gran Santiago Bernabéu, volvió a liarla y a sorprender. Arrasó al vigente campeón de Europa, el Bayern München, y mostró que su impronta y su marca siguen vigentes y en todo lo alto.
Porque ayer en el Allianze Arena muniqués, el púgil madridista, el bombardero, comenzó a arrear mamporrazos a su ogro rival. Y, confiado y maravillosamente sorprendido, percibió no solo que su rival se iba a la lona en cada mamporro, sino que el árbitro debía estar constantemente con la cuenta para el sonado que dudaba.
Ayer el Real Madrid escribió una de las páginas más brillantes de su historia, y ahora aguarda rutilante y bello la gran final europea de Lisboa. Donde juega aquel Benfica que vio reinar al gran Eusebio. Olor a fútbol y exquisito. Más grandeur.
Ni lo más optimistas seguidores blancos podían soñar con tanta felicidad y éxito. El Real fue una máquina intratable de principio a fin, rompió todas las quinielas y las estadísticas, parió a lo grande su primera victoria en casa del Bayern, y mostró al mundo lo que es un equipo de fútbol sensacional, actual, lógico y vanguardista. Y, su hazaña, engrandece y hurga en todos los atractivos misterios de la emoción del fútbol. Le hace sexy y grande.
¿El Bayern?, ¿qué fue del gigante bávaro del mágico Pep Guardiola? ¡Nada! Ayer no estuvo nunca el equipo muniqués. Jugó sin personalidad y con unas dudas enormes que hacían tambalearse su esencia triomphante y clásica del fútbol alemán. Un guiñapo tocando tontamente el balón sin crear peligro, y con una defensa de cuarto orden. Un rien, al lado de un rival majestuoso que le pasó por arriba, por abajo, por en medio y en todas las direcciones. Poco que hacer.
Guardiola erró en el momento más inoportuno. En su primer gran reto tras irse de su Barça precoz e irrepetible. Le habló al Bayern en catalán, en español, en un idioma que parece que no puede pasar y que allí no se concibe. El coloso muniqués quiere cañones, y pinos ardiendo, y tralla, y menos efectismos o jogo bonito. Alemania es eficacia, orgullo y sudor. Castañazo, éxito y potencia. Ayer fue todo un gran lamento y una quasi patológica e impropia impotencia.
Hoy es el Real Madrid quien ríe a carcajadas y saca pecho, y no se quitará en varios días su camiseta blanca. Los hinchas y simpatizantes españoles están más que de enhorabuena. Han vuelto a armarla y a la machada, y ahora sueñan con su décima Copa de Europa.
Ahí queda el soberbio swing de un mayúsculo cabezazo de Sergio Ramos. Uno de los grandes héroes y jefes vikingos del Madrid. Un defensa atleta y rápido, con un físico apabullante y un salto de Santillana u otros mitos. Y la seguridad de Pepe atrás, y la fluidez de un balón que volaba a toda mecha, y el cuchillo de Cristiano o Bale. Todo ordenado por un inteligente Carlo Ancelotti.
Un chotís del Madrid. Un meneo y un baile. Un fardar y presumir. El mejor. Ayer pareció el mejor equipo de la Liga de los Campeones. El sobrado. Quien tiene todas las cartas para llevarse el gato al agua. El inesperado que te deja tieso. El torero y el matador. El pichi y el duelo que castiga. El rey de Europa. Le Roi. El más grande.
Y yo evoco en esta gesta blanca a esos pobres que sufren el dolor en el tercer mundo olvidado, y que sonríen al menos durante unos minutos distrayendo su límite brutal y cotidiano.
¡HALA, MADRID!
0 comentarios:
Publicar un comentario