Subir los límites. La verdadera frontera. La pobreza y la obscena riqueza. De África viene el negro que desafía todas las vallas indignas y excluyentes. Necesita izarse como un vencedor en la casi imposible Okinawa de su esperanza. Quiere ganar.
Su cuerpo y la farola, constituyen una forma arquitectónica que semeja la bandera del deseo y de la libertad. Y el negro subsahariano que lo pasa definitivamente mal, hace la gran audacia. Encaramarse a un alto, a un lugar en donde puede ver que las vallas y las fronteras con soldados solo son una anécdota bien salvable.
El moreno africano le hace un pulso a las reglas del juego. Desobedece porque tiene que ser su obligación. Y esgrime toda su energía atlética, y mitifica de nuevo a su sacrificada raza. ¡Oh, slave! ...
Corte de mangas tiene en la cabeza el moreno. No hay nada más que un combate y una lucha en su necesidad de deseo. Y entonces decide que va a dar su nota y su do de pecho. Trepa y llega. Alcanza su sacrificio y se monta en él. Y reza por su suerte a todos sus dioses.
Combate y lid. Hacer la metamorfosis de su suerte requiere ser resuelto y atacar todos los condicionantes. Si no le dejan pasar las vallas llenas de cuchillas y de competición, siempre le queda una inmensa y mediática farola. Su olimpo previo. El lugar de su exposición y de su identidad. Si no le dejan pasar, dará guerra. Y cuando está geográficamente arriba, puedes gozar de adversidades pero también de muchas ventajas.
Le hemos visto. El mundo no miope ni cínico ha podido contemplar el golpe de resistencia del moreno esclavo de las reglas del juego. Se ha soltado el pelo y ha soñado, y no ha habido nadie que pudiera acercarse a él. Se ha sentido peleón y retador, dios y derrotado, pluriforme y sencillísimo. Ha experimentado todas las sensaciones y ha podido jugar además de con el dolor, con la idea del placer y de la conquista. Ha representado y muy bien a su Continente cuna. Ha sido gente y poderoso, desafiante, y luchador entre sí mismo y todos los demás. ¡Contra todo! ...
Han sido muchísimos asaltos, y muchísimas prórrogas de fútbol, y todos los puertos de la alta montaña incluyendo el terrible y la vez esperanzador Gurugú. Se ha dejado toda la energía en el Everest soñado de su necesidad. Ha intentado por todos los medios hacer añicos a sus esposas de atrapado. Le ha dicho al mundo que es fuerte y que existe. Ha hecho geometría y presencia, Gólgota y sima, pasión y goce, sueños increíbles y sudores extremos. Éxtasis y extenuación.
Todo lo demás, es menor. Y cuando las potentes fuerzas de sus deseos y de sus pulsiones ha menguado, entonces el valiente negro se ha ido venciendo desde la altura y ha pensado únicamente en la desastrosa idea de no caerse al suelo y perderlo todo.
Extenuado, ha colocado su humanidad a media asta, y ha decidido no cavilar. Ya no era posible hacerlo. Ahora tocaba jugar a la lotería de un epílogo previsible y contado.
Es el momento en que han subido los policías a prenderle y a demostrarle que había perdido los asaltos y los sueños. Pero el negro de la farola está demasiado cansado y no dirá nada. Sabe estar atrás.
Y en cuanto coma algo, mirará hacia arriba y si tiene suerte volverá a escuchar los cánticos de los pájaros y se dará cuenta de que la libertad siempre acabará siendo posible e intentable.
De momento, ahí ha quedado su proeza y su protesta. Ha subido, ha izado su verdad y su grito desgarrado, ha abierto su alta ventana y su privilegiado prismático. Ha experienciado algo que podrá contar a sus nietos y sucesores, igual que a sí mismo.
Desde lo más alto de la farola, se puede soñar. Hay espacio y paraíso, opciones y aviones, y metros, y autobuses, y tránsitos, y energías y hasta fortuna. Desde su potencia y anhelo, África se mueve con él hacia un lugar nuevo y necesario que se llama dignidad. Y ha podido volar sobre las conciencias de los hombres blancos y les ha dicho que no.
-Y QUE VA A SEGUIR-
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