Cae por los suelos, hecho añicos, el fútbol defensivo y ramplón de ese Chelsea histórico que ahora dirige el fatal y fou José Mourinho. Me alegro por el fútbol de verdad, por la audacia y por la valentía de la buena sorpresa.
No valió el gol de Fernando Torres. Porque los del Cholo Simeone tomaron empaque y madurez, y siguieron siempre hacia adelante. El asturiano Adrián lograba el empate antes del descanso. Justicia universal.
La segunda parte desnudó toda la verdad, y la magia de Arda Turan, Diego Costa, y la totalidad del bloque potente rojiblanco madrileño del Atlético, hicieron una exhibición de victoria y suficiencia. De que eran mucho mejores que su a priori temidísimo rival londinense. Ahora, toca disfrutar y buscar en la final de Lisboa el gran colofón a las gestas.
Desde el año 74, que los rojiblancos no escalaban la gran Final. En mis recuerdos de infancia se sitúa el infortunio de aquellos bravos y excelentes jugadores que casi dejan al Bayern de Beckenbauer sin el gran trofeo continental.
Sí. Aquella falta que sacó el mito Luís Aragonés, y que la enchufó en las redes del gran Sepp Maier. Otro mito.
Y a falta de bien pocos minutos, un tiro lejano del central Swarzenbeck sorprendía lastimosamente al meta Miguelín Reina. Hubo partido de desempate y allí machacó a placer el músculo teutón. Vaya recuerdos en el fútbol y menudos protagonistas. La mejor época de un Bayern con Beckenbauer, Müller, Breitner, Hoeness, Maier y tantos cracks juntos.
Hace poco que falleció nuestro padre del fútbol de éxito de la Selección: Luís Aragonés. Merece un homenaje para la final lisboeta y para la nueva épica contra el Real allá por el 24 de Mayo. Recordar a Ovejero, al Panadero Díaz, a Ratón Ayala, a Luís, a Gárate, a Irureta, y a todos los grandes históricos colchoneros.
El presente atlético es ahora inmejorable. Un equipo hecho y con todos los equilibrios que empieza en Courtois y en una defensa seria, que se acomoda en la lógica de Gabi o Koke, y que te mata con el genio de Turan o con la leonina clase y contundencia del hispanobrasileño Diego Costa. La gran sensación de la temporada.
Ya en Lisboa, le esperará su paisano y eterno rival, el millonetis Real Madrid de Florentino Pérez. En una final todo puede suceder. Pero, de momento, el éxito del fútbol español se destaca en más de medio mundo. Como cuando el Milan y el Inter se veían las caras en el Olimpo.
Pase lo que pase en el reto lisboeta, el Atlético de Madrid del hábil argentino Cholo Simeone puede alcanzar el campeonato de Liga de España, que tiene ganado en más de un setenta por ciento. Y más que merecidamente. Se ha currado todos los éxitos con la humildad de un equipo serio y con ilusión y hambre.
El Atlético, sucede lo que suceda en su final, ha sido no solo el mejor equipo de España este año, sino incluso el mejor equipo de Europa. No ha perdido en el Continente ni un solo encuentro, y amenaza con darles mucha guerra a los excelsos y vitales atletas bombarderos de Ancelotti.
Será una bella final abierta y española, con anfitrión también ibérico, en la que volverá a ganar el fútbol y su verdad que es la solidez y el gol. El juego y el talento al servicio de un colectivo.
Sí. Los pobres también cuentan y relevan. Los segundos a veces se rebelan y se vuelven magias y dioses. Como ayer en Londres con el Chelsea. La primavera futbolística se pone coqueta y rigurosa y le pone la alfombra roja a un antiguo y entrañable socio. Con ustedes, ¡el Atlético de Madrid!
¡ENHORABUENA!
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