Se me parece mucho. Le conozco casi desde que nací. Es muy laborioso. Se levanta a las siete de la mañana, y se va a un despacho a trabajar. Previamente, se mete entre pecho y espalda una buena cantidad de zumo de naranja como único reconstituyente vital. Y cierra la puerta de su casa, y se va. Su madre, sigue en la casa durmiendo. Silencio. Oscuridad. Cualquiera que le viese lo que hace de cara a los demás, podría pensar que se trata de un cincuentón coherente y respetable. Nada más lejos de la realidad. Todo o casi, es una pose. Porque está profundamente trastornado. A este ser, que tiene un parecido razonable conmigo, le ocurren cosas preocupantes. Y el problema es que no lo sabe ni él. Inconsciencia. Este hombre teme a los fines de semana. No sabe qué hacer con los fines de semana, o con los puentes que se tornan festivos, ni con nada que ver tenga con lo lúdico u ocio personal. Lo que le mola es que llegue el lunes. Porque ese día ya puede impostar, y ponerse una ropa de oficina, y su prestigio y actuación social no pasan apuros. Sus calvarios personales y defensivos, comienzan exactamente cuando empiezan las alegrías y la libertad de una gran mayoría de gente que trabaja. Las siete de la tarde de los viernes, es una hora muy cruel para con él. ¿Increíble?... Este hombre no se plantea irse de cena por ahí, ni viajar, ni hacer deporte, ni irse a la falla a cenar, ni chatear o navegar por la Red, ni juntarse con gente para hacer unas risas, o irse a bailar a un lugar proclive o adecuado. No. Ha decidido no hacer nada de éso. Ni acudir a hospitales a ayudar a pasar la noche a través de su compañía a gente que sufre, o a colaborar con alguna organización humanitaria. Nada. Ninguna opción. Solo elige el repliegue en su casa y el ponerse a dormir en cuanto le parece. Bien pronto. Para él, el sueño no es un sueño cualquiera. Su sueño es lo que le defiende de la burbuja patológica en la que está sumido ya ha mucho. Su sueño, su repliegue, su no solicitar ayuda, su aislarse de los demás, constituye una furiosa necesidad. No quiere ver a nadie, ni que nadie le llame por teléfono, ni leches exteriores. Su madre, mujer vulnerable, se despide de él y se marcha a dormir igualmente. Y la casa se queda en silencio. En un silencio, que semeja al silencio de los cementerios y de los derrotados. La madre y el hijo, duermen y duermen, como si a ambos les hubiese picado la mosca tse-tsé de la decepción y de la desesperanza ,y para siempre... Oye. Y tú ves a este hombre, y parece normal , y habla bien y con voz educada y convincente, y sonríe a los que le conocen desde que era un mozalbete, y toda la barriada y los falleros de la barriada, saben de quien se trata. O creen saberlo. Lo que pasa es que yo le conozco mucho mejor. Observo todos los días que transita por muy mal camino, y que no tiene los pies en el suelo. Me preocupa su violencia desapercibida. -ES, MI HERMANO-
2 comentarios:
Es dificil saber donde y como cada cual encuentra la felicidad, entendiendo la felicidad como equilibrio personal. nada de lo que hace ese señor es perjudicial para nadie. Si él es repetuoso con los demas, que menos que pagale con la misma moneda
xr
Amigo xr22, es mejor que no cuente más sobre este hombre dado que es sangre de mi sangre.
Mil abrazos, colchonero!
Publicar un comentario