Silencio quieto, obediente, silencio de la paz, silencio de abrir los poros de la piel y ver a los otros con una nueva actitud. Silencio de conciencia y reflexión.
Silencio calmo, blanco, tranquilo y de realidad. Silencio consciente dibujado en una nueva convicción. Silencio templado, atento y riguroso. Silencio de mí y para tí, y para la atención, y para la sonrisa.
Silencio de experiencia y contemplación. Silencio de respiración clara y sin agobios, y desde donde puedo verlo todo desde un nuevo ángulo.
Silencio sano. Silencio. Silencio de buena intención, de integración, de disculpa, de ponerse en el lugar del otro y de sus necesidades, silencio amigo y de ubicación, silencio de credibilidad y de arrepentimiento de otros silencios de tensión y de otrora. Silencio de reconciliación.
Dejar que pase la nube de la tormenta y el ruído de la moto estruendosa, silencio de aceptar que los otros tienen sus motivos para hacer lo que hacen y para acertar y equivocarse.
Silencio de ojos nuevos. De nueva mirada. Silencio de labios contenidos en voz cautelosa, silencio de libertad y gratitud, silencio de tomillo y romero, silencio de tacto y contacto, de miramientos, de manos compartidas, de solidaridad, de nueva perspectiva, de dejar hacer, de respirar ese mismo aire con el que se topan las aves que surcan un cielo cercano.
Silencio en el porte y ausencia de tensiones. No son los demás tan malos o tan ídolos. El silencio nuevo y reflexivo es un tiempo necesario y acertado. Silencio de familia adquirida, de nuevos retos y amig@s, de la vida que sigue, del frescor de un río imperial que decide que el transcurrir es el patrón y el rey de las sensateces. Silencio que está en mí, en tí, en élla, en él, en todos, en muchos, en la aceptación de los consensos, y en las copas potentes de los arbolazos verdes.
Silencio del hoy y del mañana. Del futuro venidero que parte del ya y del ahora. Silencio de ventana limpia y de gafas claras, silencio de atención, de mi balcón de las plantas serenas en el banquito de un parque y de darse cuenta de muchos de los errores.
Silencio que sigue cuando levantas la cabeza y ves lo que pasa. Y cuando te implicas desde la coherencia en la interacción con los demás. Silencio que no tiene trampa ni vendetta ni estrategia de doblez, ni plan b, ni hipocresía, ni impostura.
Silencio auténtico, de presentar tus credenciales y tus responsabilidades, de desfacer los entuertos y de aclarar los embrollos.
Silencio de crecer, de dolor de huesos necesario, de reincorporarse sin rencor ninguno y hasta con pragmatismo a las tareas cotidianas, silencio de no comerse demasiado la cabeza, silencio de ser obediente y consecuente, oportuno y bien rematador y concluyente.
Silencio inteligente, prudente, silencio de pensarlo todo bien antes de hablar y errar, silencio de un respirar rítmico y lineal, silencio de hábito, de buen propósito, de buen provecho y de buena digestión.
Silencio bueno para todos empezando por mí. Silencio de oreja puesta en la atención, en la concentración, en el amor, en los besos, en la firmeza y en José Vicente Ortí.
-QUE SOY YO-
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