domingo, 4 de mayo de 2014

- MI YO Y LAS MARGARITAS BLANCAS -



Alguien me lo esbozó el otro día a modo de propuesta o sugerencia. Pero no ha sido lo realmente importante o determinante.
Hoy es el día comercial de la madre. Y es día en el que los hijos aprovechan la excusa para mostrar presentes y detalles hacia la persona que les trajo a este mundo. El día de la madre. Una fecha oportuna y hábilmente seductora.
En mi vida había pensado yo en regalarle nada nunca a mi madre en su día comercial. Hasta, ayer mismo. Sí. Sé que es una chorrada; un día caprichoso y sentimentaloide. Porque yo la quiero todos los días del año, y mis recuerdos hacia ella son mis besos y mi presencia.
Y aunque sigo pensando bien parecido, es evidente que ha pasado algo novedoso. Nuevo y mío.
La buena y pura noticia no es mi madre, sino yo. He hecho algo porque me ha dado la gana a mí. No solo no me sentido obligado o presionado por la fecha comercial, sino que he ido con toda mi bisoña pero potente ilusión a la floristería a comprarle unas margaritas blancas. Me ha encantado hacerle este detalle. A mí. Me ha gustado a mí. Y creo que sé por qué ...
En realidad, también es un regalo hacia mí. A diferencia de otros años, ahora he sentido intensidad y satisfacción para mí mismo. Algo en mi interior se ha movido y he notado que había que hacerlo. Me he sentido muy feliz haciendo el gesto. Y, más. Porque si no la hubiese comprado las flores, algo decepcionado conmigo yo me hubiera sentido. Insatisfecho, y desagradecido. Mal.
Coherencia. Me he notado coherente con mis deseos, más allá de si a mi progenitora le semeja el gesto de la adquisición relevante o si deja de parecérserlo.
Siento que aunque no se entusiasme, es igual. Porque me siento ahora más cerca de mi entorno y me acerco a la realidad. A lo que hay, a lo que se estila, a lo que hacen los demás, y sobre todo me acerco a lo que yo mismo hago y siento. Soy mucho más auténtico y concreto mismo. Más mayor y real.
En cuanto a la elección de las margaritas blancas, es casi una mera anécdota. Mi madre tesoro que vuelve a la infancia, me dijo una vez en el Jardín Botánico al ver las preciosas margaritas que brotan cada primavera rodeando una coqueta fuente de forma circular, que a ella le gustaban más las blancas y menos las rosáceas: "¡Las blancas, las blancas!" ...
Me acordé para decidir. Y pensé también sinceramente en el dinero. Elegí, poniendo en el pensamiento toda mi verdad. Tenían que ser margaritas blancas de un precio razonable para mi escaso bolsillo. Pero al fin y a la postre, deberían de ser las flores más acordes con el deseo de mamá.
Son mis primeras margaritas blancas. Y naturalmente que también las considero un simbólico regalo hacia mí. Me noto feliz por un detalle que otrora nunca hubiese tenido, o que no pude tener la oportunidad de pensarlo y de ejecutarlo.
Ha sido un regalo de mi yo hacia mi madre. Ha sido una sorpresa tierna y compartida. He sabido que era lo mejor que la podía hacer a mi niña. Y gracias a su vulnerabilidad y senectud, a sus cosas de mayor, yo voy creciendo en sentimientos y deseos, en cercanías y en caminos que parecían no tener puertas o interés.
-OS ABRO MI CORAZÓN-

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