Kaunas. Lituana. El reino de Árvidas Sabonis. Tierra entendida en baloncesto. Deporte rey en el país anfitrión.
Y, sobre el parket, sobre la cancha de juego, los dos mejores equipos de Europa. Su Majestad el baloncesto de calidad. Su Majestad la máquina española. Las grandes individualidades de Francia. Chapeau para Tony Parker.
Pero, para ganar un gran torneo, se necesita mucha más chicha que la pura genialidad individual. Y si no, que se lo digan a nuestra campeona España. Porque, no. Porque España no ha ganado el Europeo porque tiene a los hermanos Gasol o a Navarro. No. España ha ganado, porque tiene a siete y ocho jugadores superclases, y con unos suplentes que se han superado a sí mismos en cuanto a juego, en la mismísima gran final.
España ha ganado porque se han juntado los jugadores, porque se ha movido rápida la pelota, porque ha tenido un tiro exterior letal, una defensa fuerte, y unas torres en el pívot, de lujo.
Y si, además, nuestro equipo nacional tiene al jugador más creativo y genial de todos los tiempos de la historia de nuestro baloncesto como es la "Bomba" Navarro, entonces sale definitivamente la palabra baloncesto. Baloncesto de quilates, consistente, rápido, de calidad, de cine, y hasta de fantasía. España ha jugado su mejor partido contra su rival más duro, como ha sido sin duda el equipo francés que dirige el eléctrico Parker, y que secundan Noah, Batum, y un ramillete de grandes promesas que apuntan bien alto. Mucho.
España le ha dado al gris baloncesto europeo, el brillo que no tenía. Lituania, cedió al igual que Serbia o Grecia, y solo Rusia mantuvo la dignidad con su Kirilenko y su medalla de bronce.
En el capítulo individual, España ha hecho una final de 25 puntos por cuarto y ritmo de infierno, y así no se puede contrarrestar demasiado. Calderón, soberbio, jugó su mejor partido en la final. Ibaka se hinchó en la primera parte a tapones y rebotes, Marc Gasol se tiró el equipo a las espaldas de oso desde el primer momento del torneo. Pau Gasol hizo exactamente todo lo que se le puede pedir a nuestro jugador emblema y bandera: seriedad, liderazgo, calma y calidad.
Y, finalmente, Juan Carlos Navarro. "SuperNavarro". Qué decir de él que no se haya dicho. Es un artista. Un mago, capaz de convertir el nervio en tila, el fallo en un triple bestial, y una pérdida boba en un pase que solo sale de la mano de los elegidos. Ha sido el mejor de todos los que han pisado las canchas lituanas. Le han dado justamente el M.P.V. Trofeo al mejor.
En cuanto a Sergio Scariolo, el entrenador, decir que ha tapado bocas. Ha estado serio, intenso, trabajador, eficaz y certero. Ha consolado al herido Reyes, y ha logrado centrar finalmente al nervioso Rudy. Y esos méritos son innegables. ¡A por los JJOO del año que viene!
- ¡ENHORABUENA, CAMPEONES! -
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