Eso parece. Un viernes de otoño, más que de verano. Una borrasca se ha colado en el Mediterráno y en mi Valencia. Ésto, parece Asturias, todo nublado y oscurecido. Y las temperaturas no habrán hoy sobrepasado los veinticinco grados. Mi cuerpo no se ha adaptado a perder séis o siete grados de calor, tras un encadenamiento periódico y cotidiano de un bochorno de interminables días insoportables. Pero, también tiene su encanto toda esta nueva y pasajera situación. Se trata del cambio de la rutina. Estar de otoño en plena canícula te hace ser heterodoxo casi a la fuerza y fijarte en detalles que pasarían de otro modo inadvertidos. Aquí al lado de mi casa, está lleno de pisos con terrazas. Sus dueños y moradores actúan sin inhibiciones ni respeto alguno. Ahí les veo. En medio de sus terrazas se plantan sus chiringuitos improvisados o previstos,y los niños con padres en vacación, se los endilgan a unos abuelos sin miramientos. Comen en las terrazas, hablan fuerte, actúan como si al lado no viviese nadie, y acostumbrados como están a hacer lo que les da la santa gana, atrévete , diles algo y verás lo que te espera. Quizás sea el tiempo el que me enfada. Son muchas terrazas, y sus disfrutadores siempre han actuado así. No hay remedio, sino hacer de protegerse de ellos si deseo tener paz, libertad e intimidad. Lo dicho. Extraño miniotoño en Agosto. Lo que menos me gusta, es la falta de luz. No puede negarse que soy valenciano y de varias generaciones. Necesito que vuelva la luz habitual. La luz cegadora del maestro Sorolla. Leñe. Con la luz, soy otro. Nunca me han gustado los descensos a las cuevas naturales cuando las excursiones y esas cosas. Al poco tiempo de permanecer en tales cuevas, he sentido la necesidad imperiosa y el placer de la luz natural. Del sol. El sol es mi sal. Ciertamente, agradezco esta chiquita pausa entre agobiantes calores, pero no me gusta un pelo que mi ciudad se parezca a Oviedo o a Santander y además de repente. Un valenciano necesita el sol para sacar el alma. Valencia está vacía de valencianos, y las playas llenas de turistas. Solo es cuestión de que ceda el temporal y vuelva el sol y la estabilidad atmosférica. Cosa de horas. Sí. Las gentes esperan agazapadas en el banquillo de los sueños de Agosto. Y en cuanto el hombre o la mujer del tiempo den el okey, y aprovechando además que parece que por fin los controladores aéreos quieren negociar, Valencia volverá a ser la playa de Madrid y Euzkadi... Y tú, ¿qué estás haciendo en este día inusual, amiga? -MIL BESOS-
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