martes, 3 de agosto de 2010

- "MANOLO" -

A veces le veo, y no me lo creo. A cualquier hora del día o de la noche, te lo puedes encontrar por mi barriada, deambulando, o sentado como un derrotado en cualquier banco de mi Gran Vía valenciana.
Hoy mismo, he visto a "Manolo". Siempre vivió en mi misma barriada. Y vive. Recuerdo que mi padre le veía y le gastaba bromas. A veces, un tanto pesadas, a las cuales "Manolo" reaccionaba siempre con buena disposición y en mi idioma vernáculo.
"Manolo" es bajito, delgado, poca cosa, tiene las piernas arqueadas como los jugadores de fútbol, y es tuerto. Desde mi balcón le veo absolutamente todos los días del año. Hoy me ha asustado un poco este hombre, pero ya lo que hace casi que no me sorprende.
Esta tarde agosteña de treinta y varios grados en Valencia y con un calor pegajoso y brutal, estaba "Manolo" sentado en un banquito. Serían las tres de la tarde. He estado a punto de abordar a este personaje familiar de mi barrio y cuna, y rogarle encarecidamente que se fuese a casa a guarecerse de la peligrosa temperatura.
Sí. "Manolo" es un juguete tierno y roto de setenta y siete años, y que ha decidido hacer de su aislamiento social un acto de reivindicación y de afirmación personal.
"Manolo", al parecer se refugia en la ludopatía y en la distancia social, porque está hasta el moño de todos nosotros. Está enfadado, por el nulo caso que le hacemos.
El otro día estaba "Manolo" sentado al lado de mi casa, y yo venía del Mercado Central cargado con el carro de la compra, y cuando me disponía a cruzar la Gran Vía, le vi sentado en la repisa de una entidad bancaria que hay por aquí.
Al verme, se levantó. Alguien podría , al verle poner distancia por medio para no tener que saludarme, pensar que estaría enfadado conmigo. Pero yo sé que no era éso. "Manolo" me aprecia y me sonríe siempre que me ve. Lo que no quería era que mi sonrisa y afecto fuera una fugaz anécdota. "Manolo" piensa que hay que sonreírle y darle presencia, y afecto cronológico y de contínuo. Y como ve que las cosas no pueden ser así, le entra la autodestructividad y sale corriendo.
En su negativa a relacionarse con nadie, está la respuesta. "Manolo" quiere y necesita afecto. Pero no puede pensar. Su mente le lleva a laberintos imposibles de resolver. Y yo sé que el día menos pensado, alguien me dirá que "Manolo" se ha quedado frío como un pajarito leso y azul.
- ¡LO SIENTO, "MANOLO"! -

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