En palacio no puede haber la menor alegría. El Rey hace relativamente poco tiempo que ha perdido a su esposa. Y ahora, su alegría, su razón de existir, lo más preciado que es su hija la Princesa, ha enfermado y los mejores médicos de la Corte no dan con lo que tiene. Y cada hora que pasa, las cosas se ponen peor... El Rey está lógicamente desesperado. Y convoca a su grupo de médicos y les dice: - "¿Cómo está mi hija?, ¿va mejorando?, ¿dan con lo que tiene? ...
El jefe médico muestra un semblante de honda y sincera preocupación, mientras confiesa que: -"Majestad. Puede usted creer que todos los médicos estamos haciendo lo posible para que su hija pueda recuperar su salud, pero ..."
El Rey interrumpió casi fuera de sí: -"¡Pero no lo logran! ¡Y mi única hija puede morir!, ¿es que no lo comprenden?..."
- "Perfectamente, Majestad. Y sentimos darle estas noticias. De verdad que ponemos todos nuestros conocimientos al servicio de la salud de la Princesa, pero ..."
El Rey se alejó gritando: -"¡Maldita sea! ¡Mi hija va a morir! ¡Oh, Dios! ¿Qué he hecho yo? ..."
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Cerca de la zona de las cocinas, pulula un tipo peculiar, el cual parece que es el tipo más tranquilo del castillo. A veces ayuda a las cocineras, y otras labora con afán cultivando hierbas y plantas naturales. Es apasionado de ellas. Se sabe poco de él. Le apodan el "mago". Y se salta las reglas de la sensatez y siempre dice lo que piensa. Y la jefa de cocinas le ha escuchado decir que él puede curar a la Princesa. Y en ese momento, la jefa de cocina ha clamado contra él al verle tranquilamente silbando. Y le censura sus palabras y se le burla: -"¡Oiga, "mago"! ¡Que sea la última vez que le oigo esa frase de que usted puede curar a la Princesa! Porque esa estupidez solo merece la burla y el rechazo de todos. ¡A callar! ..."
El "mago", mira unos instantes a la jefa de cocina, y continúa silbando indiferente. Y va camino del jardín, en donde se agacha para comprobar el estado de su pasión que son las plantas y las hierbas.
Mas el Rey ha escuchado voces altas y se ha acercado a la zona de las cocinas. Y al ver a la jefa de fogones, se dirige a ella diciéndola: - "Y, ¿qué sucede aquí?. ¿a qué esas voces?, ¿es imposible mantener el silencio de respeto? ..."
La jefa de cocinas pide disculpas al monarca y comenta: -"¡Disculpe, Majestad! Todos respetamos su dolor. Lo que pasa es que hay un chiflado que afirma que puede curar a su hija, y eso me ha llenado de indignación y le he reprobado con firmeza sus palabras. No le haga caso usted, Señor. Y discúlpele como hacemos yo y mis compañeros en la cocina ..."
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El Rey abandona el lugar, y camina de un lado a otro buscando inútilmente un consuelo. Entra en la habitación de su hija, ve cómo se afanan los médicos, pero sobre todo observa el rostro inconsciente y delgado de su hija. Sí. Aún vive. Pero cada día va a peor. No se aprecia el menor cambio a positivo en ella. Las lágrimas resbalan copiosamente por las mejillas del monarca ...
No logra dormir. Necesita que pasa algo. Piensa y reflexiona. Y de un brinco, se incorpora de su sillón y se encamina hacia la zona de la cocina de palacio. Encuentra el Rey pronto a la máxima encargada y la insta con todas sus energías:-"¡Quiero ver a ese que llaman el "mago"! ¡Tráiganlo inmediatamente junto a mí! ¡Vamos! ..."
La jefa de cocina, exclama: -"Pero si ese desgraciado no es nadie. ¡Y miente más que habla! Y no tiene ninguna credibilidad, y ..."
Pero el Rey zanja la cuestión: -"¡Le ordeno que le haga venir e inmediatamente! ...!
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No tan inmediatamente. Porque el "mago" duerme tan profundamente, que no logra escuchar las palabras imperiosas de la jefa de cocinas. Hasta que finalmente, el "mago" nota que alguien le mueve a empellones, le zarandea y le transmite las órdenes.
- "Pero, "mago",¿cómo puede estar usted durmiendo tan tranquilo? ¡Por Dios! ..."
- "No lo sé, señora. No sé. Pero es que afortunadamente tengo un sueño bien profundo y agradecido y ..."
- "¡Se acabaron sus excusas! ¡Vístase! ¡El Rey le espera e inmediatamente! ..."
- "¡Pues entonces voy presto, mujer! ¡Faltaría más! ..."
- "¡Ya está tardando usted! ¡Vamos, vamos! ..."
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Ya frente al Rey, el "mago" agacha su cabeza en reverencia cortés. El monarca le habla directo: -"¿Es usted ese que llaman el "mago"? ..."
- "Sí, señor. Yo soy ..."
- "¿Y afirma usted que puede curar a mi hija?, ¿acaso posee usted elevados conocimientos de medicina? ..."
- "No, señor ..."
- "¿No, "mago"? Y si no sabe de medicina, ¿cómo demonios puede afirmar que puede curar a mi tesoro, insensato? ... ¡Usted está loco! ..."
El "mago", miró fíjamente al Rey. Y le dijo: - "Mire, Señor. Yo soy una persona humilde. Es evidente. Pero no me gusta practicar la mentira. No soy partidario de esa estrategia. Cuando yo afirmo que puedo curar a su hija, es sencillamente porque soy capaz de hacerlo. Si no fuese así, nunca lo diría. Créame, Señor ..."
El Rey se mesó los cabellos al apreciar la dignidad con la que hablaba aquel extraño y desconocido personaje. Y sorprendido y extrañado, volvió a preguntar: -"Y, ¿cómo piensa usted curar a mi hija, "mago"? ..."
- "Éso, Señor, ya son cosas mías. Debe tener usted confianza en mis métodos..."
-"¿De qué métodos habla, "mago"?..."
- "Mire, Majestad. Si usted me autoriza a intervenir sobre su hija supliendo a los médicos, yo exigiré una absoluta libertad e independencia en mis métodos. En el tiempo que yo indique, todo el mundo deberá respetar y obedecer aquello cuanto yo diga. ¡Hasta usted, Señor! Si así no es, mis métodos de sanación no podrán ser efectivos ..."
El Rey se quedó más que estupefacto y de nuevo sorprendido por la sorprendente audacia del "mago". Pero a los pocos minutos tomó una decisión contundente y dijo: - ¡"Venga usted conmigo, "mago"! ..."
- "¡Voy, Señor! ..."
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El Rey reunió de urgencia y con discreción a todos los médicos de palacio y les dijo que ordenaba y hacía saber que daba al "mago" la opción de que actuara sobre su hija con el deseo y la intención de que recuperara la salud perdida. -"¡Obedecerán a todo lo que él les indique! ¡Adelante, "mago"! ..."
Y el "mago", tomó la palabra y expresó sus condiciones a continuación:
- "Verán. Voy a entrar en la habitación de la Princesa. Caliéntenme un buen pozal de agua, y yo voy entretanto a preparar unas hierbas y a combinarlas para los mejores fines. Y cuando esté ya todo preparado, entraré en su habitación como dije y yo solo, desnudaré a la Princesa, y cuando acabe yo mismo la vestiré. ¡Nadie podrá entrar! Y cando yo concluya mi labor, ya nadie podrá entrar en la habitación de la Princesa hasta que las primeras luces del alba hagan su aparición. ¡Y ni usted, Majestad, podrá entrar en toda la noche a la habitación de su hija! ¡Si lo hace, no dará ningún resultado mi trabajo! ¿Queda claro para todos ustedes?..."
Se oyeron algunos rumores de disconformidad. Pero el Rey los atajó de plano. Y al concluír el "mago" sus palabras, el monarca ratificó el discurso del "mago" y afirmó:
- "¡"Mago", se hará exactamente lo que usted ha indicado! ¡Póngase inmediatamente a realizar su trabajo que indica! ¡Vamos, vamos! ..."
A la hora escasa, el "mago" abandonaba ya la habitación de la Princesa dejando la estancia a oscuras y cerrando la puerta. Y se dirigió a sus aposentos a descansar. Y poco tiempo después, el "mago" ya dormía profundamente. Como dicen que lo hace un lirón ..."
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El Rey, tenía interiormente sentimientos encontrados. ¿Era aquella decisión un acto de sabiduría o un arrebato propio de desesperación?, ¿sería todo una broma macabra y un sinsentido? Pero, si sus mejores médicos habían fracasado, ¿qué opción le quedaba? ¡Ninguna! Solo, esperar ...
No consiguió el Rey dormir en toda la noche. Ansioso y más que tenso y preocupado, el monarca solo deseaba que aparecieran las primeras luces del nuevo día para entrar por fin en la habitación de su amada hija. Las horas se le antojaban siglos, y la tensión silenciosa le llenaba de pleno el corazón.
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¡¡Primeras luces del alba!! ¡El momento esperado! El Rey caminó más que decidido y abrió con toda la decisión la puerta de la habitación de su hija. Y se acercó a su cama. Y comenzó a hablar a su tesoro: - "¡Hija mía! ¡Por Dios! ¡Cómo te encuentras?, ¿estás mejor, mi vida?..."
Sorpresa maravillosa. La Princesa, miraba a su padre entre divertida y sorprendida, mostrando una dulce sonrisa llena de vitalidad. Y dijo la Princesa: -"¡Pero, papá! ¿Cómo iba yo a estar? Fenomenal. ¡Como siempre estoy y he estado! Es más. Yo no recuerdo haber estado jamás enferma como dices ..."
El Rey, contestó: - " ¡Pero, hija mía! ... Si tu salud ... En fin, ¡no, nada, tienes razón! Te veo efectivamente espléndida y radiante como siempre ..."
La Princesa dio un brinco poniendo sus pies en el suelo de seda: -"¿Ahora estás más convencido, padre? Ja,ja,ja,ja ..."
- "Sí, claro, hija. ¡Por supuesto! ..."
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A continuación, el Rey encaminó sus pasos y pleno de gozo a la zona que ocupaba habitualmente el "mago", y mientras caminaba no paraba de gritar con euforia: -"¡Oh, mi hija ya se ha curado! ¡Qué infinita alegría! ..."
Y remató, diciendo a la jefa de cocinas: -"¡Haga que venga aquí inmediatamente el "mago"! ¡Y luego nos deja solos a los dos! ¡Haga lo que le digo! ¡Dese prisa! ..."
- "¡Siempre a sus órdenes, Señor! ..."
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Y apareció el "mago" unos minutos después. El Rey, le abrazó y le dijo: -"Mago" ¡Usted ha curado a mi hija como prometió. Ya sabe que yo tengo muchísimo poder. ¡Pídame lo que quiera y sus deseos se harán inmediatamente concreta realidad! ¡Digámelos, "mago"! ..."
Pero el "mago" seguía muy tranquilo. Y su respuesta volvió a desconcertar al Rey:
- "¡Señor! Quiero que respete mi decisión. Y lo único que quiero es,¡que lo sucedido sea conocido por el menor número de personas posible! Y por otra parte, quiero y deseo seguir con mis cometidos habituales en la cocina y en el jardín de palacio. ¡No ambiciono nada más, Señor! ¿Hará usted posible que se cumplan mis deseos, Majestad? ..."
Estupefacto, el Rey insistió: - "¡Usted debe ser recompensado, "mago"! ¡Ha curado a mi hija y ..."
El "mago" interrumpió al Rey: -"¿Respetará usted mis deseos, los cuales no son otros que los que le acabo de poner de manifiesto, Señor?..."
Y el Rey, atónito, acabó cediendo: -"Se hará como usted desea, "mago" Y, ¡mil gracias! ..."
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Y acabado el diálogo, el"mago" volvió silbando camino de sus cotidianas tareas.
Y cuenta la maledicente y coqueta leyenda, que todos los días cuando el sol del mediodía está en lo más alto, la Princesa se cruza en el jardín de palacio con el"mago" y que entonces la joven y bella mujer le lanza una divertida y hasta pícara sonrisa juvenil y cómplice. Y que, por su parte, el "mago" corresponde igualmente con otra sonrisa amable, peculiar y propia.
-JOSÉ VICENTE ORTÍ-
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