sábado, 1 de mayo de 2010

¡ ANNAPURNA !

Himalaya, cordillera mágica, asesina, bellísima, salvajemente nevada, reto de los locos elegidos, mito de los ochomiles, lugar mediático y durísimo de reto y superación personales.
Annapurna,escaso o nulo oxígeno, idea para atletas casi fanáticos de la aventura. Para poder llegar muy arriba hay que entrenar duro, con placer, y teniendo cerebro en la cabeza para saber dónde hay que detenerse, o si la muerte acecha camino de la mítica cópula victoriosa y heróica.
¿Qué nos lleva a esto de la montaña? Me temo que no son ya tiempos de desafiadores del límite, o de liturgia derivada desde una casta especial y hasta incomprensiblemente admirable. Quizás, empiece a proliferar esa masificación que se limita a la busca del músculo y del oropel.
Del ego. Ser alpinista hoy, empieza a no ser lo que era. ¿Qué es eso de los doce ocho miles?, ¿fardar?, ¿vacilar?,¿coquetería?, ¿vanidad?, ¿consumo hedonista de éxitos? Sí. Parece un exceso lo que afirmo, y más tratándose del Annapurna o el Everest. En efecto, solo coronan el cielo de la Tierra unos poquísimos. Son , siete, ocho mil, más de ocho mil metros. Es el cielo posible, el cual te puede mandar al infierno de la nada en cualquier alud inesperado. Bien es cierto, que quizás a un escalador o montañero que se va al Himalaya, hay que preguntarle pocas cosas. Bastante tenemos con verle sufrir. Admiramos su arrojo y su valor, y quizás también su temeridad.
Dice Juan Oyarzábal, que la coreana que acaba de completar los doce ocho miles del Himalaya, dejó morir por ambición y falta de solidaridad a nuestro alpinista catalán. Que ofreció fuertes sumas de dinero a sus sherpas, y que no le importó que un ser humano se estuviera muriendo. Lo que pasa es, que a siete mil metros de altura es difícil ser racional.
Sería realmente preocupante,-aunque en todas partes tienen que cocerse las habas-, que un montañero de élite abrazase el individualismo capitalista y se masturbara demasiado el ego.
El Annapurna no es cosa de caprichosos. O no debería ser. No me gustaría ver grescas humanas en el cielo terrestre. Si en condiciones especiales y límites como las cumbres imposibles, comienzan las modas, las peleas, la acumulación de los ochomiles, y todas esas gaitas, pienso entonces que el ser humano hace ver que asciende, pero la sensatez de las grandes montañas heladas nos dice que solo descendemos y desafortunadamente.
- OJALÁ ME EQUIVOQUE -

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