martes, 6 de diciembre de 2022

- VA LLEGANDO LA ESTACIÓN NAVIDAD. -



A pesar de viajes, puentes, acueductos o evasiones laborales, ya va oliendo a algo común. Porque todos vamos camino de lo mismo que nos metieron en el gen hace cientos de años.

La estrella ilumina un sueño tradicional. Acaba el año, y eso se nota y marca. Cuando acaba un año, acaba algo. Y ese algo, se nutre de muchas cosas que han supuesto sorpresas y decepciones. Pero estas fechas, ya conectan con las últimas del mes que bifurca con el Enero de otro tiempo que llega.

El Belén, el árbol de Navidad, las luces que nos recuerdan el poder de la tradición, las simpatías y los odios. Los niños nuevos y saltarines que ríen y celebran un tiempo de juegos y de ilusión. Papá Noël, los Reyes Magos, o esas cenas con silla vacía que llevan a la angustia, a la impostura y al alcohol estimulante y ayudador. Tristeza dopada.

Las familias se vuelvan sobre sí mismas y se homenajean en cariño y cava en torno a las chuletas de cordero, las gambas, y la pantagruélica comida conjunta consanguínea. El cuñadismo de la Navidad, ha comenzado. Es tiempo de adornos y suavidades, de dulce y miel, de cabronas hipocresías, de tangas finos, y de malditos descerebrados que montan la bronca en nombre de su errada y presunta libertad.

Se come mucho, y se bebe. Es la forma familiar de tolerarse, alrededor de unos platos brillantes y algunos motivos inesperadamente adquiridos. Es tiempo del detalle, del brillo o de la guirnalda, del traje elegante y hermoso, de fingirse una nueva personalidad en forma de respeto, todo un carnaval anual, deseado y odiado a un tiempo. Es, un año más, una vida más, una Navidad más, una tradición más, muchos besos y abrazos más, se completa la convocatoria con la alineación titular del grupo familiar, y al final surge la deseada y pretendida empatía. A veces, la sangre llega al río. Y hay noticias de sucesos, muertos, cuchilladas y malas noticias. El morapio desnuda las poses, y saca los instintos más primarios a la platea de la desnuda realidad.

Y en las carreteras, los pies aprietan con fuerza el acelerador en busca de la escapada y de la inmediatez, del llamar la atención y de las tremendas ganas de gamberrear intentando ser más felices rompiendo la sinrazón y la vida. Son días y noches peligrosas al volante y en donde la Dirección General de Tráfico nos mete vídeos de yuyu, intentando que seamos capaces de reflexionar cuando nuestra cotidianeidad es un corsé a veces amargo.

Ropa. Regalos. Sí. Detalles. Lentejuelas. Escotes y lencería. Ese traje negro o rojo con raja que nunca te dije. Sabes que me pondré sexy para tí y para mí misma. Las tiendas. De tiendas. Ahora, sí. Ahora es la vacación de la responsabilidad y la invasión de las Grandes Superficies comerciales. Banderazo al consumismo. Se ha abierto la veda para casi todas las edades.

La mamá se pondrá unos pantalones rasgados, y el papá una gorra de los Lakers de Los Ángeles, y la abuela contará chistes pícaros, y los jóvenes se cogerán de la mano debajo de la mesa y pactarán las virguerías que harán cuando concluya la ceremonia.

Y a lo mejor, alguien dirá unas palabras, y las chicas guapas reirán las gracias, y el descorche dará paso al despiporre, y un buenazo confesará en un lugar conservador que es del Barça y que vota a Podemos, y si hay paz y consenso todo quedará en naturalidad y en buen rollo.

La Navidad es la estación formal de la buena hipocresía, y la niña se ha puesto unos tacones enormes y finos que no sé cómo no se escoña los tobillos, y las uvas osarán con atragantar las tráqueas obedeciendo a las campanadas. Campana sobre campana.

Pero lo importante, puede serlo todo. Y una mujer liberada, reirá desde la isla antillana de Guadalupe, ajena a los festejos de la tradición y de lo que toca.

-Y SERÁ SU NAVIDAD-
 

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