sábado, 3 de diciembre de 2022

- LAS MEDIAS NO SE CAEN. -



O al menos así lo ha de creer Elisenda. Que es una adolescente, que ya sale precoz y decidida a su tiempo de joven mujer.

Muy joven. Hija de un barrio pijo de mi ciudad, y locaza por su Arturo. Un Arturo, que aún tiene acné, y que es la primera experiencia seria de la chica como pareja. ¿Seria? ...

Quizás en la adolescencia, la seriedad es una fantasía inventada de deseo necesario. Porque aunque la morena Elisenda está siempre rodeada de amigas cómplices, de la misma manera que su cuerpo crece y sus curvas la definen definitivamente como chica mujer, siente que hay mucho más que un grupo grato y referente. Y ese grupo diferente, no lo constituyen sus también habituales conocidos de su pandilla, sino que Elisenda está descubriendo a la figura de un chico aislado y especial, una suerte de extranjero sin referencias, con el cual le gusta atreverse a cosas que le nacen de sus primeros poros de mujer.

Para ella, Arturo es un viaje nuevo, seguro y consistente. Quizás la palabra hombre se haga grande, y entonces la palabra "alguien" o amigo especial son abrazadas en su primmo y tierno deseo.

Y eso es que ese proyecto de señorita que será Elisenda, se antoja hoy por hoy demasiado tímido y hasta apocado. Eli está luchando con lo que le impide avanzar hacia Arturo. Aún no sabe si solo es que le gusta, si solo es un fuerte amor, una enorme atracción, o incluso una manía pizpireta precoz.

Porque Elisenda está llena de novatadas y de dudas, y entre ellas piensa que las locuras también forman parte de su tiempo tierno y de renacer hacia sus lugares venideros y solidificados.

A Eli todavía no la convence la idea de ser madura o previsible, o una chica más, y todas esas cosas excitantes que han de aparecer casi sin darse cuenta.

Ropita interior sexy. Les suele gustar a todas las chicas de todas las edades. Y ella se escapa a las tiendas de moda, y mira y mira escrutándolo todo cuando se va de esas y de otras tiendas con sus amigas. Y también sola.

Y ese mundo de la lencería, tan femenino e inevitable, también ayuda a Eli a buscarse su mejor ardid para complacer a su misterioso y grandote Arturo. A Elisenda le gustan las dimensiones del cuerpo larguirucho y hasta de anchas espaldas de su chico. Y se dispone a hacer todo lo posible por complacerle. Para complacerse a sí misma, y a un tiempo que podrá venir indefectiblemente. Sus sujes, sus ligas, o sus medias atrevidas, mezcladas con sus faldas mucho más que breves, van a ser imparables. Porque Eli se siente así vestida, mucho más de la fiesta de sí misma, y más claramente generosa para el chico callado que ahora cada vez le gusta más.

Es sábado por la tarde. Eli y Arturo han quedado. Y el chico desea ponerla a prueba. Primero, amaga con que le falla la cobertura del móvil, y después le dice a la chica que es mejor que ella se acerque a su barrio, porque la combinación de líneas de bus no le favorecen porque aún no tiene auto, y porque en el fondo desea que ella sude y dé todos los pasos para demostrar una atracción. Sellarla por el tiempo que sea.

Eli le dice a Antonio que sí a todo, con tal de gustarse su deriva hacia ella misma. Y sobre sus finos y altos tacones, camina más que decidida y un tanto ruborizada hacia las calles en donde vive su Arturo.

Tímida, hasta roja y sudorosa, Eli no aprecia cómo sus medias estampadas que sujeta con ligas a medio muslo, están en riesgo. Prácticamente se le ven todas las piernas con medias que ceden, y que no son los usuales pantyes que garantizan seguridad. Y hasta su tanga de hilo negro podría asomar en cualquier desnivel o zancada excesiva. 

Pero cuando Eli ve a Arturo, no se da cuenta de nada. No hay nadie en la casa del chico. Ambos lo imaginaban. Y Eli hace por vez primera el amor.

-LOS PEATONES SOLO VIERON TERNURA EN SUS MEDIAS-




 

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