jueves, 13 de diciembre de 2012

- ESTA QUE VÉIS, FUE MI CASA -



Vengo todos los días. Está todo muy caliente. Demasiado caliente. Hace dos meses que me tiraron a la calle. Ya sabéis. El famoso deshaucio. Qué bonita sigue siendo mi casa, ¿la véis? Es esa de ahí del segundo piso.
He venido y vengo, pero si mi mujer me ve, me tira quince reproches y se enfada. Y yo sé que no debería venir más, y todo lo que se quiera. Pero esto es mucho más que una casa para mí. Esta vivienda la elegimos mi mujer y yo. El barrio es bonito y popular. Mucho ambiente, muy animado, y muy buena gente. Mirad si son buena gente, que lograron en dos ocasiones aplazarme el desahucio. Les quiero mucho y ell@s a mí. Se han portado de maravilla   con nosotros.
Aquí me vine cuando me casé con Asunción, y aquí nacieron nuestros hijos Elvira y Andresito. Aquí nació una felicidad. Aquí al lado aparcábamos el coche, y nos íbamos todos los fines de semana por ahí a ver mundo y viajar. Tengo sesenta años, y me casé   a   los  treinta. La resta es fácil. Hemos estado tres décadas viviendo aquí.
Y llegó la crisis. Y mi mujer se quedó sin su trabajo de enfermera, y la empresa   de   los muebles donde yo siempre era fijo, pues quebró y nos quedamos todos en la calle. Ya sabéis que lo de los muebles está muy relacionado con la construcción, y las lámparas, y las cosas de las casas, y cuando pegó todo el gran castañazo, pues todo se quebró casi a la vez. Fue  un tremendo palo. Y ahora, con sesenta años, ¿quién se cree que me van a dar trabajo cuando yo solo sé de muebles y nada más que de muebles? La crisis es que nos va a matar a todos. En serio.
Afortunadamente, nos hemos refugiado en la casa que tenían mis padres, y no hemos tenido que irnos debajo de un puente. Por cierto, que en los últimos meses nos hemos juntado también con los hijos, que están los dos también los pobrecicos en el paro y no pueden afrontar ya los alquileres. Mira que Asunción y yo estábamos tristes y desanimados, pero si vieráis las carillas de mi Elvira y Andresito. Un desastre ...
Yo he sido siempre un hombre fuerte, pero últimamente no le quiero decir a mi Asunción que me vienen unos pinchazos de arriba a abajo del estómago, que a mí éso nunca me había pasado. Es raro que éso me pase. Éso, ha de ser algo bien gordo. Y me estoy haciendo   el remolón de ir al médico, y éso que soy consciente de que hay unas listas de espera que son la vergüenza para el tema de los especialistas y esas cosas.
Oye, lo que os decía. Esto de la casa, nos ha matado. ¿No la véis ahí? Son muchos años. Aquí me pasó lo más importante de mi vida personal. Por éso es que vengo. Y, sueño mucho. Sí. Sueño que todo ha sido un mal sueño,-valga la redundancia-, y que en realidad sigo viviendo en ese segundo piso. Ahí.
Afortunadamente, aún no lo habitan. Es como si se resistiera a que otras u otros pusieran sus pies ahí mismo. Todavía siento el olor y fragancia de la casa, de sus paredes, de   los  rincones, o de que podía recorrérmela con los ojos cerrados sin miedo a caerme. Os lo juro.
Y, ojo. Que ahora mi hija Elvira nos ha dicho que espera niño. Y tengo una mezcla de alegría y disgusto. La comprendo, pero también ella debería comprenderme a mí. Que soy su padre. ¡Joder! ...
- ¿A QUE SIGUE SIENDO PRECIOSA MI CASA? -

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