lunes, 24 de diciembre de 2012

- CENAR E IRSE -



Mañana vamos todos los hermanos a casa de mi madre, y cenaremos juntos con ella por ese rito de la Nochebuena. ¡Ay, lo de estar juntos! ...
Si veo a mi hermano Andresito, tendré que mirarle en varias ocasiones. Por lo menos, dos. Porque, sinceramente, no le he visto desde la Nochebuena pasada. Y si se ha hecho un look diferente, es que no lo conozco. Aviso.
A su mujer, la odio porque le ha metido al Andrés todo el veneno en el cuerpo. Maldita pécora. Y éso, que Andrés siempre ha sido raro y cabroncete. De poco fiar. Y a mí que no me vengan con cuentos, o los mando a esparragar. Tengamos la fiesta en paz, que papá se fue al otro barrio hace dos años, supongo que todos le recordaremos, y al echarle de menos solo lograremos que las cosas que mal van ya, se encrespen. La suerte que hay, es que la madre está ya para pocos entenderes.
A mi hermana Alicia, lo mejor que le ha podido pasar este año es que se ha separado del rufián de Ricardo. Sí. Es la palabra. Un rufián, y un facha. Un chuleta en toda regla. Lo que yo no sé, es qué podía tener en común ese tipejo acusado de malos tratos, con la infelizota de mi síster Ali. De verdad que no se pueden entender las cosas que suceden. Y Ali sabía que el canalla de Ricardo la daba, ¿y se callaba? ...
Pobre Alicia. No me llevo mal con ella. Bien, sería excesivo decirlo. Me llevo, normal. Lo que temo es que venga con los chiquillos. Oye, ¡dos salvajes! Estos críos son unos maleducados, sobre todo por el padre, que ya tiene por fin una orden de alejamiento. Esos críos   no     me tragan, porque una vez me enteré de que ese palurdo le daba  a Ali, le cogí de la pechera, y le dije si tenía tema para zurrarme a mí. Alicia se metió por en medio, y aún tengo dos marcas de las patadas que me dieron los chavalines. Sobre todo, el pelirrojo. El mimado   ése.   Maleducado, niñato y estúpido. Mal estudiante, y dominado por el padre. Luego, se quejará. Y es que en las familias, a veces hay que dar un puñetazo encima de la mesa y que se aclare el orden. Por éso odio yo ir mañana a cenar a casa de la reina y progenitora. ¡Santa mamá!
Nos mete demasiada carne esta mujer. Debería aliñar con verdura y suavizar.   Salimos hinchados de tanto asado de cordero, y tanto pescado frito, y gambas, y unas cantidades astronómicas de calorías y de hidratos de carbono. No me gusta el turrón de yema, oye ...
Yo sé que la cosa acabará bien por unas horas, y que le daremos todos un beso a la reina anciana, y adiós muy buenas. Coño, la mejor noticia. El descanso, el relax y la paz. La otra realidad.
Mi padre, ponía paz ahí en la mesa. Cuando la cosa se atropellaba, nos soltaba una mirada de paz acojonante que nos frenaba las verdades que íbamos a tener en la punta de la lengua y bien divergentes tras tomar las primeras gotas del cava catalán.
Ahora, yo que soy el hermano mayor, he de mandar. Como si fuera    un    policía   o   un administrador de fincas. El Andresito, quieto parado, y la veneno de su mujer que hable de lo que quiera pero que no meta los dedos en el ojo, que se lía por su culpa.
A mi Alicia le diré que no llore, que la mamá sufre demasiado. Y espero que los demonietes de sus hijos sepan estar en la mesa como las personas, y no como otros años. Ah, y que no se les ocurra mentar a su padre el maltratador. Que no se posicionen a favor del culpable, y me da igual si se ponen a chatear por el iphone. Mantengamos la calma que es Nochebuena, ¡joder!
-Y LUEGO, NAVIDAD-

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