Ahora, ya. Sí. Se ha roto la barrera del mito de los tres minutos en marathón. La idea de la quimera o del pesimista límite, se va derrumbando dejando paso a la feliz realidad despierta de la aventura exitosa e imparable. ¡Adiós, inmovilidad! ...
Berlín. El fenómeno kenyata Dennis Kimetto ha bajado de las dos horas y tres minutos. El circuito alemán es climáticamente una seducción y allí se colman muchas alegrías. Su palmarés, como el de Rotterdam, se cuenta por fantásticas hazañas.
¿Dos minutos escasos para la cumbre aparente? Ya está al alcance. Dos minutos no son óbice. Dos minutos para destrozar la idea de que bajar de las dos horas es imposible, ya caben en el pleno y actual mapa de las hipótesis inmediatas. Solo falta conocerse el nombre y apellidos de quien haga cisco todas las teorías contrarias y anteriores. Manidas.
Se puede hacer. Ya no es una locura, sino una pretensión. El marathón da para soñar incertidumbres y todos los apriorismos. Es emocionante y épico por raíz. La ventaja del aspirante corredor está precisamente en los extensos y frondosos cuarenta y dos kilómetros y ciento noventa y cinco metros. En ese terreno vasto y mentalista, radica gran parte del éxito de la expedición que doblegará a esas dos horas que parecen reinas e inmaculadas; infranqueables ...
¡C ést finie! Un enorme atleta africano, o de cualquier Continente, ya tiene otro regustillo cuando tome la salida en la carrera del guerrero Filípides. Acercarse a la chica. Ver. Darse cuenta de que como salga una buena climatología, éso se va a hacer. Que, está ahí. Que hacer dos horas es ganar dólares y ponerle el pie en medio de aquella luna que siempre se declaró independiente y aérea.
En los encorbatados despachos fisiológicos y en las conferencias científicas, proliferan los datos y los números, los esquemas y las teorías. Pero nunca se ven zapatillas o pantalones cortos. Solo se dice que el hombre es más alto, más grande y más rápido que antes. Pero está la corriente de que los límites son cuerdas que solo sirven para que los funambulistas lo pasen bastante mal.
En la calle, en el patio del fondista, cuando suena el disparo de salida, cuando el galope se pone potente y natural, cuando las liebres también corren y sudan, entonces siempre hay y habrá un gran relevo final.
Y saldrán otros Dennis Kimetto que acabarán esprintando sostenidamente en el kilómetro cuarenta y uno al ver el goloso caramelo histórico abierto. Y el hombre podrá sonreír victorioso ante un público más que admirado. Verán la evidencia.
Dos horas y un minuto no pueden valer. Ni siquiera dos horas con algunos segundos. No. El marathón se relame por adentro. Se palpa. Habrá bien pronto un antes y un después de acabar por debajo de las dos horas. Ahora será una hora y cincuenta y nueve minutos. A partir de ahí. Y el coloso griego y el carisma de esta prueba especial, se volverán feroces y más mentales todavía. Se abrirán más retos sin límite. Y habrá llegado el momento de seguir limitándose a correr. Todo lo demás habrá venido por añadidura.
-VENIDERA REVOLUCIÓN-
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