miércoles, 22 de octubre de 2014

¡ ASÚSTAME !



Lo que sea, Isabel. Pero necesito que me saques de lo previsible y me lleves a tu mundo tenebroso mas siempre sugerente. Hazme de las tuyas, embrújame, estreméceme, dime algo que no me guste ni espere, y haz de tu universo todo mi mundo de sobresaltos y hasta de algún abismo. Si tú lo deseas.
Hazme la puñeta, y róbame, y corrómpeme el corazón, y hazme el beso con tus labios gore. Desnúdame para tu misa negra y ponme una cereza en el torso. Y llueve para mí todas tus palabras extrañas e impenetrables como en una Torre de Babel. Háblame en ruso, en medieval, en futurista, en escaleno, en triangular, elévame al cuadrado y también al infinito, y sácame de allí, Isabel.
Sabes darme el miedo y hasta todo el terror que me gusta, y proponerme lo más descabellado e inoportuno, y viajar en tu tren descarrilado con tus medias rasgadas que llevan el ADN de mi dentadura apasionada.
Sométeme, empuja, hazme tu pelele divertido y ocurrente, tu vasallo, tu inferior, tu súbdito y hasta tu súcubo. Quítame la seguridad aburrida y muéveme como en una danza poseído en busca de la tierra de la aventura prometida y excitante.
¡Abracadabra, Isabel! Maga, meiga, hada, hechizera, akelarresa, tarotista, economista de la macro y de la austeridad, vigía permanente y lapa pegada a mi ingenio con un globo de niño entre las manos, mujer. Sé capaz de emplear toda tu malicia sobre mí y de conseguir que mi sorpresa sea una tensión que solo pueda quebrarse como cuando cruzas las piernas emulando a Elisa Beni.
Sí, Isabel. O, no. Lo que tú decidas. Soy tu saco a tu merced y bamboleo, tu boy, tu juguete bobo, tu pájaro mascota, el masajista inexperto y hasta tu can tartamudo. Me tienes en tí. A tu disposición. Soy tu ladrón y tu poseedor de la tarjeta black y nunca podré decirle a nadie quién eres.
Es el pacto sólido y efectivo. De sangre. Tu cara B, tu cara bonita, tu cuerpo alto y esbelto, tu voz de ultratumba, tu macho beta, tu épsilon y tu descubridor de todas las Américas que te pasen por los ovarios, Isabel. Mi bruja especial.
Soy tu Halloween americano en cualquier tiempo de tus deseos, tu calabaza hueca y llena de intrusismos, tu miedo y el mío, nuestro grito de horror y nuestro ataque de pánico. Nuestros rayos y nuestra tormenta de ideas.
Cuando tú muevas un dedo seré tu tortuga que galopa, tu mano izquierda en ninguna parte, tu falta de diplomacia y hasta de escrúpulos, acataré tu rabieta de niña eterna y de sirena enloquecida que nunca sosegará a los marineros despistados sino que les indicarás el camino del nunca volverás.
Sabes que voy a ser tu conejo de Indias, Isabel. Y tus zapatos por el aire cuando llegas por fin a tu casa, y tu cama y tu ducha, y el agua que lame y refresca tu dermis decidida.
Tu homenaje de psicosis a Hitchcock, tu chulo de casino, tu mota fugaz, tu hermano enamorado, tu confidente silencioso y cómplice, y quien solo puede admirar la belleza de tu piel ébano.
Seré tu modelo de pasarela y tu birra de garrafón, y tu Real Madrid, y tu Barcelona, y la peli de la televisión, y el ave de enigma que siempre se esconde en el más oscuro de tus secretos.
¡OH, ISABEL!

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