lunes, 27 de octubre de 2014

¿LA VES AHÍ, PAPÁ?



Ahí está la mamá. Tu mujer. La reina guapa y rubia de todas las casas y cosas familiares. Ahí anda sentada en el azul butacón que yo le compré en Mislata y que mira qué bien le viene. Solo quiere estar como sabes en ese sillón, dormir y comer galletas. ¡Qué golosa es esta viejecita de ochenta y ocho años con tantas teclas y achaques!...
Mira, papá, ¡dejémonos de ambages! Ya no puede apenas respirar por sí misma y necesita un trasto y una mascarilla que respiren por su naricita. Pero ella no solo no se quiere poner la mascarilla, sino que si le nombras esa fatídica palabra coge unos berrinches definitivos. Prefiere los ahogos.
Papá, ¡yo hago lo que puedo por ella, grandullón! La conciencia la tengo limpia y tranquila, pero me sabe muy mal verla así. Sabes que era un torbellino que por eso te casaste con ella, y además más rara que un perro verde, y le gustaba cantar y bailar, y seguramente fue en uno de esos bailongos de barriada donde te hechizó el corazón y te llevó al amor. Que me lo dice siempre, una ancianita rubia viuda de la barriada que también bajaba a la calle con su pareja y bailabáis todos hasta caeros de culo. Granujas.
¡Una pena! ¿Sabes, papá? Una de las científicas verdades más espantosas y demoledoras que han inventado las circunstancias, ha sido la muerte. Y su eufemismo, que se llama ley de vida. Estoy entristecido y rabicundo, (de rabia), porque me da coraje que deba asistir y tan solito a ese proceso y camino por donde va la mamá. Es deconcertante, desolador, decepcionante, peleador, espantoso, duro y coqueto. El camino que la mamá lleva no me gusta nada. Está obesamente mórbida y demencialmente desorientada. O como se llame todo este inane infierno.
Tú tuviste bastante suerte, papá. Aquel infarto te sacó de la vida en el 82, antes del Mundial del naranjito, y cuando estabas tan desesperado por todas las cosas que tenías encima que recuerdo cómo al acabar de comer te cogías la cabeza con las manos largo tiempo como si estuvieras haciendo testamento vital. Porque mira que tú también fuiste raro, ¿eh, papi grandullón y noble? ...
Eras fuerte como un boxeador del peso pesado, y tus espaldas eran un armario, y te tomabas la vida a chufla, y no  le dabas aparentemente importancia a cosas básicas y esenciales. Eras listo y sagaz.
¿Qué me aconsejas ahora? Jode ésto. Tú ya tienes experiencia porque ya te has muerto, y ya no hay problemas ni te duele nada. Tú estás liberado de las cosas de los vivos, pero sé que estás ahí. Que me ves, que hago cosas que te gustan, que otras no tanto, pero que ves el amor y la dedicación que le tengo a esa mujer especial.
Te la estoy cuidando bien, grandullón. ¡No te quejarás! Pero intuyo que pronto me dejará en el paro y yo lloraré como un maravilloso gilipollas durante muchas horas seguidas. Y también sé que en ese momento aparecerás tú con tu abrazo desde la otra realidad y me dirás que , ale, que a relajarse, que a tomarse un poleo, que la vida sigue, que tómate tu tiempo y canta y ponte a bailar como a tí te gusta ...
Sé que me diras éso, papá. Tú eras práctico y aparentemente hercúleo. Y tu ternura era recta y directa. Y me levantarás con una sola mano aunque estés llorando como yo pero nunca podré ver tus lágrimas.
Bien que haces. Porque tú fuiste y eres irrepetible y buena gente. Eterno.
-Y SEGUIRÁS SIEMPRE CONMIGO-

2 comentarios:

tú tranquilo que vas a tener madre para rato, ojalá el creador te la mantenga con vida muchos, muchos, muchos años

Mil gracias por tus palabras, amig@ anonim@. Saludos bien cordiales.

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