Demasiados años sin título mundial para el mejor piloto actual de Fórmula 1 como es Fernando Alonso. Demasiados problemas. Demasiado humo. Demasiada mandanga. Demasiada diplomacia. Ferrari era una vanidad y un reclamo publicitario. Unos colores y una tradición.
Un gran piloto lo que quiere es ganar y tener un coche competitivo y con auténticas posibilidades de éxito. Alonso es un ganador, un tipo que no le gusta ir de segundón, o de capricho de inanes, o de mercancía de los tipos listos del circo extraño del automovilismo.
Hace bien en irse, el as asturiano. Con el caramelito en la boca de unos coches emblemáticos y fardones de color rojo, Sebastian Vettel y Red Bull le han desplazado de su grandeza en los mejores años de su apogeo físico y personal. Le han tomado el pelo. De hecho, Ferrari se ha tomado el pelo a sí mismo.
Ferrari ha tomado la deriva conservadora del escaparate y de la exhibición. Y de este modo caprichoso y tontón, logra que se le vayan los pilotos. Pierden prestigio, pierden consistencia, se echan piedras contra su propio tejado, y le hacen un flaco favor a los verdaderos aficionados a este espectáculo con olor a deporte.
El mercado, los mercados. Los intereses, los elitismos, las panzas con olor a cena, el desinterés, la bruma y la impostura. La Fórmula 1 es una cosa esotérica que está llena de intrigas palaciegas. Los ingenieros y los millones cambian de chaqueta y de actitud como la carne de casino de un fondo de inversión. Ferrari es un gran club sin dirigentes implicados en satisfacer a sus tifosi. Solo es una decepción estética que no carbura y que hace muchos años ya que nada gana.
Alonso, gana. Alonso hace adelantamientos imposibles y se defiende como nadie. El enorme piloto es capaz de sacar la magia de su enorme clase y poner sol donde está la borrasca y el orbayo. Puro lujo.
Ha crecido mucho entre ambiciones. Se ha hecho grande entre los grandes, y diplomático entre los tipos del dinero sacro. Pero hay en él la rebeldía del genio. De quien se siente que es demasiado grande para pilotar una quimera veleidosa.
¿Dejar los Lakers o el Real Madrid? No ha debido ser fácil la decisión. Pero a veces te la tienes que jugar. Hay mediocres que querían moverle la silla a uno de los mejores conductores de todos los tiempos. Y Alonso es claro y noblón. Que le den por saco por delante, mas que no cuchicheen a sus espaldas. Todo de cara.
Ha sido una verdadera pena. En el Hollywood siempre soñado de los autos locos, Fernando Alonso llevaba el traje perfecto para ser el gran capitán de la gran superproducción. Lo parecía tener todo para ser el mejor actor, el mejor director y hasta el mejor guionista. Todos los Oscars.
Pero el poder de Ferrari es incuestionable. Alonso se ha topado con una horma impasable. Con gente llena de dinero y con muy pocas ganas de sudar y de excitarse hacia los circuitos. El capitalismo azaroso de este invento elitista ha pasado del campeón asturiano. Y eso era demasiada falta de respeto para nuestro Fernando.
Ahora toca seguir corriendo en donde sea posible. Aprovechar que aún se es joven y enorme, y tratar de acertar con su nuevo destino. Pero que todo Ferrari sepa, que ahora se quedan sin el piloto más grande que haber pueda en su mercado.
¡ALLÁ ELLOS!
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