miércoles, 15 de octubre de 2014

- ÉBOLA, TAN LEJOS, TAN CERCA -



La crudeza africana abruma a la comodidad occidental. Su realidad desatendida, olvidada, choca contra un bienestar comparativo y aparentemente inesperado. Hipócrita.
El bichito descubierto en 1976 llamado ébola no era algo que inquietase demasiado a los blancos. Lo consideraban una cosa lejana. De allí. 
Porque África solo es algo que sirve para hacer diamantes y safari, o para admirar a las gacelas o a sus atletas del marathón y mil disciplinas límites y heróicas. Todo, supervivencia.
África y el ébola, eran de allí. Todo de allí. Sigue siendo todo de allí. Y aún así, ante la inoperancia de las potencias geoestratégicas, un puñado de valientes sensibles solidarios, partieron de aquí con la sana e inteligente idea de ayudar. De ayudar a los negros sobre el terreno, de enseñarles, de protegerles, de sedarles las llagas, y de hacer ver que los blancos también podemos tener sentimientos de compasión y de entender que el progreso solo puede ser real si es de todos y no de un club determinado o racista.
El ébola. Globalizador y cabrón. Dejado de la mano del vademecum. Como un científico gandul y caprichoso, el sabio decide dirigirse a caminos que marcan los mercaderes. Al reality ...
El ébola solo nos interesa cuando afecta a los blancos y nos salpica. Entonces, nos hacemos los sorprendidos y hasta confesamos que no tenemos ni pajolera idea de qué es éso. Pero repatriamos a los nuestros, y entonces descubrimos desde el bostezo que nos faltan partidos, y actitud, y esfuerzo, y entrenamientos para ponernos el traje ese de buzo o astronauta que sirve para protegernos del mal de allí.
El protocolo aparece como un mero sarcasmo ineficaz y cuya misión consiste en lavar las conciencias respectivas del yo no he sido. Y hacemos nacionalismo hasta de hojalata, y una foto con nuestros sofisticados y avanzados medios de transporte, y amiguismos de poder tan ilusos como éticamente debatibles.
No. Occidente no es allí. Allí es un Continente olvidado llamado África de Tarzán y el Serengeti. Occidente es otro mundo fardón y sofisticado que tiene sus propias reglas. Su propio protocolo.
El mal de allí, de los negros, se saca a la palestra mediática y médicamente. Y ya sabemos además de que existe una cosa tremenda que se llama ébola, que hay sueros experimentales y retos de futuro con olor a vacuna. El ébola, ha salido aparentemente del ostracismo. Y ya vamos sabiendo  en dónde están Liberia o Sierra Leona. De nuestro puto armario.
En España se ha hecho todo al revés. Se ha metido al ébola en Madrid y en el hospital Carlos III. Por ejemplo. Y todos los protocolos huecos de la insensatez, han sido finalmente desechados y substituídos y por la cuenta que nos trae.
Ahora ya hay y todo un "comité" de personas serias e ilustradas, de fiar, de fiarse más, de confiar bastante más camino de las tranquilidades y de los necesarios paños calientes que ajen la gran psicosis.
No estamos los blancos preparados para estos tsunamis celulares que perturban nuestras serenas tardes y vitales mañanas esperadas. Nosotros vivimos la macroeconomía, y el deporte, y el consumo, y la Roja, y lo interior, y lo nuestro, y ahora aquí hay más negritos por eso de la inmigración la cual no queremos terminar de saber muy bien qué es y a qué se debe.
De allí. Eso es de allí. Aquí es tema de la gripe, y de la caída de la hoja. Y de la caída de muchos tabúes y asertos. Del viento que tira de la manta y nos retrata.
-HIPOCRESÍA-

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