Ahí está el ciudadano Iglesias. Surgiendo desde la rebeldía necesaria del 11-M. Liderando ese proyecto a favor de las clases menos favorecidas que se llama "Podemos".
Entrevistado en prime-time. Ha surgido un intruso en el coto cerrado de las hegemonías del Poder. A los Partidos clásicos y al Poder financiero, le molesta que diga lo que dice. Es como una mujer en su machismo. Alguien intolerable, al que hay que sacarse de ahí como sea.
Pero no le es fácil al Sistema carcamal imperante. Porque Pablo Iglesias se ampara afirmando con convicción y rotundidad que él quiere una España donde quepan todos y no donde los Mercados decidan. Desea barrer la corrupción con su pátina de honradez. Ha venido para servir a la política y al país, y no para servirse.
Realmente es alguien ambicioso con el que hay que contar para las Elecciones Generales. Como si liderara una segunda Transición y real hacia una democracia de los ciudadanos activos, su Podemos avanza imparablemente hacia las cumbres.
Podemos, es joven e indignado. Es cauto y no quiere presentarse con estas siglas a las próximas elecciones municipales. Necesita hacerse, expandirse, construírse más, y hacer raíz auténtica. Es una buena y prudente estrategia. No desea lapas que se aprovechen de su savia.
Iglesias recibe todo tipo de leña. Le dan por la izquierda, por la derecha, por el centro, por lo personal, por el estereotipo, y hasta por el éter. La cuestión es quitarse de en medio a esa mosca cojonera que molesta más que mucho.
Pablo les ha hecho desnudos y viejos, les aparta y señala su avaricia, y trata de fijarse en las realidades más inmediatas y que se pueden casi palpar. Sabe escuchar y luego contraatacar firme como una ametralladora. Está en una jungla y lo asume. Desea atar todos los cabos, y es consciente del terreno adverso por el que se mueve y de la cantidad de tramperos a sueldo que le acosan y tratan de desprestigiarle.
Pero Pablo Iglesias, crece. Parece ganar con el mal tiempo y con la tralla que le arrean. Es joven y con sonrisa seductora. Tiene elegancia y estilo, y sabe que nunca habrá de gritar. Es mesura precoz y eso impresiona. No rehúye los toros y esto le hace ganar admiradores. Su valentía, en un escenario depredador, es ciertamente encomiable.
Su figura ya se mide y equipara con todos los aspirantes al Poder. Le temen. Ya no es un perroflauta con coleta, sino un tipo duro. Ya no le llaman jovenzuelo, sino comunista. Ya le consideran, porque es muy difícil reñir con él. Si hay lides, Iglesias se va a los tribunales a dirimir allí. Es práctico.
Quiere establecer para todos los parados una renta mínima que les permita al menos, respirar. Está empezando a proponer cosas concretas. Dice que no le va a temblar el pulso. Y con los pies en el suelo reconoce que ahora lo imprescindible es echar a la gentuza ladrona de las cúpulas del Poder en España. Que sean los ciudadanos quienes cojan la fregona y la escoba y se pongan a barrer. Él, les guiará la higiene ética.
Su pegada es su suavidad y su osadía. Habla claro. Se le nota serio por la responsabilidad de los objetivos y lo reconoce. Es duro lo que anhela, pero se lanza a por ello pues piensa que vale la pena la buena dignidad.
Y cuando sus adversarios le marrullean envalentonados y le hablan de Venezuela y de demagogias imposibles, entonces Iglesias les desarma y les lanza una sonrisa llena de votos. Ahí queda éso.
¿LO VA A LOGRAR?
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