Es duro, necesario y hermoso. Me sorprendo y hasta a veces me sorprende en mí la novedad y el anhelo. Me aterrorizan y a un tiempo me maravillan mis despegues y decisiones. L@s amig@s internos me indican que debo buscar afuera. Más allá.
Mis primeros esbozos. Apenas les conozco de nada. No sé quiénes son ni quiénes serán. Pero no es lo que más me preocupa. Lo que más me prioriza es mi reacción en esos grupos nuevos en los que paulatinamente me voy incorporando e integrando. La mejor noticia es que me nace ir a las citas y sin que nadie haya de presionarme.
Me he lanzado a crecer y a palpar la vida desde los tiempos de ocio que me restan de los cuidados que profeso a mi anciana madre. En ese momento, empiezo yo. Y salgo de mi casa y me doy cuenta de que una y otra vez hay que patear el mundo. Y me encanta esa idea, y me contraría no ver a las personas que voy conociendo, y me gusta que estén ahí, y poder conocerles, y hacer proyectos en común, y ser aceptado en el tú a tú. ¡Mi grupo! ...
Es ahora una de mis perentorias necesidades tras mi tiempo terrible de tsunami personal. De repente casi, brotó el deseo inteligente. Asumí que no habrían timbres fantasiosos pulsados por dedos mágicos que reclamarían mi presencia y mi encuentro.
Y, me decidí. Es el tiempo de mis primeras decisiones de adulto. No me importa la edad. Me es indiferente que me comprendan o que me dejen de comprender. Me alegro profundamente de lograr abrir esa puerta que siempre está ahí, y hacerme y llegarme a lugares nuevos y reales, dinámicos, posibles, llenos de posibilidades que me ayudarán a mi realización personal plena.
Llego a las citas. A veces, todo es previsible. En ocasiones no me gusta lo que veo. Pero eso de la amistad es sutil y al principio, desagradecido. Tiendes a pensar que el azar pondrá de inmediato delante de mí a todas las personas que me gustarán plenamente y en seguida. Como en la magia potagia.
En cambio, la amistad es atreverse. Lo mejor es la risa, el compartir placer, el saber que vas y se alegran, que mereces ir, que te están esperando, o que perciben o intuyen que vas a acudir.
La construcción real de mis amistades. El verles ahí, el olerles, el darme cuenta de que no son tan distintos, y de que las diferencias las marcan las mutuas actitudes o circunstancias personales. Nadie más.
Los puntos de encuentro. Los encuentros. La satisfacción que me entra cuando les veo. El saber que hay gente que está ahí y con la que da placer relacionarse. El tramar lazos, atar distancias y cercanías, descubrir tu silla y la de los otros como si fueran en el fondo una misma mesa compartida.
Cuidarme la ropa para ser aceptado, y la higiene, e imitar los estados y gestos de la corrección, y comprenderles, y ser generoso y lo más sincero posible. Y espontáneo y real.
Recupero ahora lo que nunca pude tener. Me sumerjo en el barco de la vida con remeros amig@s y con todas las consecuencias. Me gobierno a mí mismo, me mancho, salgo de los charcos, y soy más tolerante y menos perfeccionista conmigo mismo.
Soy como soy, y ese soy actual me alegra mucho más que en otro tiempo. Sin amigas y amigos no he podido ser yo. Todos nos necesitamos, queremos vernos y estarnos, aguantarnos y darnos risas.
-PODER COMPARTIR TODO MI VALOR-
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