miércoles, 8 de octubre de 2014

- DECISIÓN -



No tuve temor. Empecé ilusionado a frecuentar la vida a través de unos grupos de amig@s de esos que se anuncian en internet. Si quieres, encuentras.
En principio era lo de menos el grupo, sino el afán. La necesidad de oler en la calle esa noble idea de la amistad. Elegí un grupo animoso, nuevo, y predominantemente treinteañero. Por lo que sea, me siento más cómodo entre ellas y ellos que entre la gente de la edad que pone en mi carnet de identidad. Parece que que todo es menos rebuscado y más auténtico. Más determinante y menos lastimero.
Que no sea el grupo que en definitiva no acabe de llenarme por ahora, es seguramente anecdótico. Hoy por ejemplo he tomado decisiones seguras que nunca otrora hubiera osado poner en práctica.
La idea de los otros. De los extraños. ¡Nunca lo son! Me he juntado con ell@s y me he atrevido a estar ahí y a mostrar mis cartas y mi realidad. Y no debo sentirme insatisfecho. Algo de mí se está moviendo hacia el exterior y la aceptación.
En la cena de hoy, mi aventura inevitable pasaba por estar con mi grupo en una cervecería céntrica y llena de hormonas revueltas. Jóvenes puros, trufados con otras personas de mi edad, buscando claramente su vitalidad y su voz alta de su sitio en el mundo.
Allí, en el restaurante juvenil, se mascaba el imperio de su tiempo y similares características. Pero nunca por ello me terminé de sentir mal. Solo estaba inspeccionando la marcha del camino de mi vida que explora territorios y atrevimientos. En el restaurante, olía a un tiempo que no pude vivir, a amigos, a whatsapps, y a proyectos necesarios e inmediatos. A ganas de seguir y seguir conociéndose para no perder nunca contacto los un@s con los otr@s. Clara clave.
Yo, les miraba bastante sereno y convencido. Era su campo y su terreno de juego. El que conocen bien. Y me sorprendió positivamente mi reacción. Son tiernos. Y es ternura esa juventud tan vilipendiada y como iceberg de la crítica y del malestar.
Hablaban de sus cosas y de sus momentos. Todavía están en el camino de ida de sus vidas, y en éso se parecen bastante a mí aunque todo es distinto. Y yo entonces les he escuchado y he guardado mucho silencio, y he hecho todo lo posible para no interrumpirles su necesaria y ruidosa verdad.
Este pueblo de la juventud, también soy yo. Me pasa ésto porque estoy en la búsqueda y en la exploración de mis salidas y de mis senderos. Hay que verlo todo. Tocar todos los palos de la baraja. Mirar las direcciones variopintas que mi azar y mi puntería habrán de depararme. Y me doy cuenta de que la firmeza de mi camino está en el ser sincero y en el no impostar nada especial para agradar.
Mi vida y mi camino encontrarán paulatinamente otros pueblos y otros lugares que me dirán que sí y que empatizarán con mi personalidad y con mi modo de ser.
Solo estoy en mis inicios. En mis ganas abiertas de conocer a gente de verdad. Porque esa es mi obligación. Conocerme más profundamente a mí mismo a través de ellas y de ellos.
En la medida que me siento junto a mi grupo y les escucho y trato de colocarme en su lugar, entonces crezco con fuerza y normalidad, y puedo comunicarme incluso mucho más allá de la palabra o de la frase socorrida que parece evitar carraspeos nerviosos.
Ahora la clave es seguir. Seguir en la búsqueda. Está casi todo por hacer, por concluír, por caminar, por bailar, por emular, por hechizar, por soñar, por hacer realidad mis sueños, por atacar mis miedos y mis parones, y por hacerme de mi nombre y mis apellidos nada más y nada menos que un hombre mejor.
-Y SIN DUDAS-

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