jueves, 26 de junio de 2014

- VERANO -



Verano, calor, sed, José Vicente, el mago, el poeta, Valencia, España, más ilusión y besos renovados. Verano, yo.
Verano diferente, con más cosas y menos rutina, con un perro maleducado ladrando en la escalera; con mi casa cerrada mientras estoy cuidando a mi madre por el consejo de una mujer humana.
Verano de cocinas, ensaladas y tormentas. Verano bebé, de ir en calzoncillos por la casa y hasta en nada por la playa. Verano de reto y de tren, verano de viaje, de mi cumpleaños joven, de mi signo cáncer, de mis dolores al ver la cara de mi madre, y nunca perdiendo de vista que la vida vive y está. Y Junio, y Julio, y Agosto, y todos los Septiembres de mí.
Verano que arrea sol liberado de las escasas sombras, verano de un abanico y de un masaje de huesos y complicidad, verano de guiris despistados, verano de las Torres de Quart y de Serranos, verano de playa y de azul, de tetas y tangas, de salitre y desinhibición, de risas y de Tour, de bicicletas y de Wimbledon post San Juan.
Verano asustadizo y culinario, verano para cocinarme una vida más plena, audaz y con más sabor. Verano de atreverse a ser más maduro, y para crecer, y para cantar, y para coger el autobús camino de nuestra parada consensuada.
Verano que le da una patada a la fría rutina, verano en el que las cosas han de valer más la pena, verano de mí y de mis posibilidades, verano de mis límites y de mis aciertos, de mis rodillas protegidas por neoprenos de afecto, verano de chapuzón y piscina, verano de ausencias cercanas, de respeto, de fútbol, de siesta, de obligaciones y también de guiños. Verano de agotamientos y de noches interminables a tu lado. Verano de aceptar lo que me propones, de respetar tus viajes y a tus amig@s, de respetarme a mí, de creer en mí, de confiar, de confiarnos todo lo que queramos, de desnudar nuestros pies y meterlos en un balde con sal. De pensarnos.
Verano de ventilador y canícula, de aire acondicionado y de no hacer demasiado caso a los que no me quieren. Verano de afirmarse, de mirarme de cara en el espejo y de zamparme un buen trozo de melón.
Verano de horchata y fartons, verano de gentes de afuera que conocerán mi ciudad y que pasarán por los trenes de sus sueños, y que harán posible la cópula deseada que les hará eternos y seguros.
Verano de manos entrelazadas, de discusiones amables, de picarse para luego hacer las paces, verano de juegos de mayor. Verano de sirenas que nunca han de salir de las olas que no sea para darme el beso de su apuesta y elección. Verano de pájaro acotorrado y cantarín de ave roja y pizpireta, verano de búhos que se van con ojazos seductores de juerga y botellón. Verano de tí.
Verano a la seda, a la calma, a la plancha, a la naturaleza, a la temperatura del desierto, a como te dé la gana, a como quieras, a la manera de tí y de tu tiempo libre, a tus días ganados a la obligación de un despertador severo y hasta cabrón.
Verano de piel al aire, de tatoo y de caminatas persistentes por la orilla de la playa. Verano de paciencia y de plenitud, verano de camino de sendero, verano de sombrero y de cremita solar. Verano de beber agua clara y de cuidarse, verano de bikini y sorpresón, verano de hacer lo que siempre soñé que no podría, verano de ser dos palmos más alto y de positividad.
Verano de esperanzas y de desdramatizaciones, verano cercano y social, verano de terraza y morapio, de bullicio, moto y explosión de amor.
Verano que no se sabe solo, verano que estás hecho de todas y de todos. Verano potente e integrador.
-CAMBIO CLIMÁTICO-

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