martes, 3 de junio de 2014

- LO DE LA MONARQUÍA -



Si os digo que el rey Juan Carlos I de España ha abdicado y que le sucederá en el trono su hijo Felipe, menuda noticia que os estaré dando. Ya lo sabéis y de sobra. Ha sido portada informativa en todas las más prestigiosas tribunas mediáticas mundiales.
Yo quiero detenerme en una reflexión acerca de lo arcáico y vetusto de la Monarquía. Y de los anhelos y derechos democráticos.
Es todo muy raro. La terminología, es de otro tiempo. Abdicar, sucesión, herederos, corona, trono, palacios, la realeza, la aristocracia, y mil etcéteras que no huelen al tiempo actual de la realidad.
Para mí, es lo más destacado. Que todas estas personas de la Monarquía, mentienen una posición de privilegio y al margen del pueblo llano. De la ciudadanía. Hay un abismo de irrealidad.
Y hoy es 2014, es otro tiempo, hay unos derechos universales, y una idea de justicia y de posición en la cual se anhela y se afirma que todos hemos de ser iguales ante la ley. ¿Qué diantres hace toda esa gente con sus historias frente a la inmensa mayoría de los españoles? Pienso, que bien poco.
Es cierto que asistimos con una cierta expectación a las grandes bodas y a los grandes fastos. Como una alfombra de Hollywood, o un astronauta que va al espacio exterior, o un sueño de azar inopinado y hasta infantiloide. Un sueño irreal.
Sobran. Sobran, porque no está claro a qué se dedican todas estas personas. En el caso del ex rey Juan Carlos, pudo ser un mediador entre los militares franquistas y la voluntad popular democrática. Pero ahora ya no existe ese peligro de involución. Los militares están por otras cuestiones y por ahí la idea de mediación monárquica carece ya de sentido. Incluso como embajador ante otros países. Porque nuestra democracia española ya posee mecanismos y resortes para caminar y hasta galopar sin extraños y hasta atávicos timoneles e impulsores.
Es evidente que están de más. España es algo moderno y actual en donde no deberían caber disneylandias inconcretas ni tradiciones de fantasía intocable. España es futuro y modernidad, los 6 millones de parados que el presidente Rajoy no ataja, los deshaucios, los recortes terribles en la Sanidad y en la Educación públicas, y la persistencia de un putrefacto tejido de corrupción estructural. Una justicia extraña que en muchos casos no lo es, una desafección hacia los políticos insólita pero entendible, y todo lo de ahora. Lo auténtico.
Tenemos cientos de problemas para que alguien a dedo y arrogándose no sé qué, decida la continuidad de algo trasnochado y hasta absurdo. Y hay pereza y hasta temor para cortar las tendencias de los atavismos y de las tradiciones. No hay voluntad política de realidad para preguntarle a los ciudadanos españoles si queremos que la Monarquía siga o se extinga. Hasta ahí falla la conexión entre el Poder y los ciudadanos. Que nadie olvide que la soberanía reside en el pueblo español. Son nuestras reglas del juego.
Veo mucha nostalgia y caspa. Como deseos de evadirse hacia un reality burgués y extraño. Hay ganas de seguir una inercia boba para que el viento azaroso pueda transportarnos hacia una isla brillante y tranquila. No nos gusta demasiado la pelea del afrontar cada día el ejercicio de nuestros derechos.
Preferimos sentarnos en un sillón y ver la gran liturgia de la continuidad. Y charlar sobre ello y hasta envidiarles sus privilegios y lo bien montado hace siglos que lo tienen.
El tiempo de la Monarquía ya ha pasado y poco importa que Felipe y Letizia sean jóvenes de edad. El planeta y el plató es otro, el escenario nada tiene que ver con los ciudadanos ni con la realidad de lo cotidiano. Todo lo monárquico ya pasó, ya se fue; ya terminó ha mucho.
-AUNQUE NO SE QUIERA ADMITIR-

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