Veranito de finde. Junio tocando Julio. Ya era la hora y el momento. Ya no era posible. Ya no podía más. Era necesario respirar, y desconectar, e irme lejos por unas horas y darle un buen corte de mangas a lo cotidiano. Soy Marga y me he volatilizado. No existiré hasta el próximo lunes. Nada me va para localizarme. Ya me puedes llamar al móvil, o mandarme un correo sorpresivo, o incluso hacerme cosquilas seductoras a mi teléfono más que personal. Porque la respuesta es, ¡no!
Mucho no. Todo el no que merece mi libertad y mi persona. He cogido mi coche, y luego un tren, y no he mirado demasiado los objetivos. Una vez dentro del vagón del tren, voy eligiendo. He elegido todo lo que no tenga que ver nunca con la palabra corsé.
Me duele la piel de llevar ropa para quedar bien y hasta excesiva. Necesito las gafas de sol para darme el esquinazo incluso a mí misma. Quiero ser una nueva Marga, otra, casi impensable, resucitada, mutada, y profundamente deseosa.
Quiero abrazar ese cáliz que me da el verano y su tiempo libre, y disfrutar, y saborear cada gota de agua de aventura, y gozar, y bailar, y conocer a perfectos desconocidos, y jugarme el pellejo de mi personalidad, y hasta inventarme un nuevo nombre de reality para estas horas maravillosas en las que pisaré un planeta bien diferente aunque esté en éste.
No me busques. Es lo mejor que tú puedes hacer. Enfila y dirige tu GPS sobre otras personas. No me vas a hallar. Ni lo sueñes. Ni contratando a los detectives privados más prestigiosos ni cotilleando mi rastro, ni evocándome con tu recuerdo. ¡Nada que hacer! ...
Ahora te toca joderte y esperar mis nuevas. Porque yo volveré pero no ahora. Olvídate de Marga y déjame que respire y me escape, y me fugue, y me hurgue, y me zambulla en la playa que nunca imaginarás soñar, y que una explosión de vida riegue mi estar de la cabeza a los pies.
¿Mis pistas? Puedes imaginarte todas las que quieras. Sueña, que es lo mejor que le puede pasar a tí y al destino. A los dos. Piensa que quizás esté en una playa, o subiendo descalza un sendero de hierba que masajee mis pies, o practicando yoga en un pueblo perdido de la Alcarria con el nuevo chico que me está empezando a gustar, o empezando a romper con ese tío aburrido en la bahía de Cádiz mientras hacemos el windsurfing.
Puede que esté en una peluquería, haciéndome las uñas de los pies, o las ingles brasileñas, o tirada sobre un prado astur viendo embobada las vacas libres pasar.
Pero no me pidas cosas para tí imposibles. Porque el oro no es esa pieza brillante que ves en la tele cuando la sacan con los quilates y todas esas cosas. El oro es la vida y la capacidad mía de tomar mis propias decisiones y mi propia rienda vital.
No quiero saber apenas nada de las noticias de los periódicos, ni me interesa demasiado el vaivén del mundo y de su programada actualidad. Ahora la televisión y yo somos dos seres divorciados, carentes de química y hasta enemigos totalmente irreconciliables. Porque yo soy mi telediario, y mis guerras, y mis nuevas.
-QUIERO SENTÍRMELO TODO-
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