Distinto. Diferente. Clásico. Asturiano. El más grande goleador de la historia del fútbol español. Acaba de decir adiós a su "Roja". Y hasta en el último e intrascendente partido, el gran guaje ha metido su gol y muchísimo más que éso.
David Villa nunca fue un jugador fashion, modernote o de amar lo mediático. David Villa ha sido un futbolista vocacional, de la raza de futboleros en extinción, realista y sentido, comedido y siempre enorme y laborioso. Presente.
Cuando Del Bosque le sentó contra Australia, Villa soltó sus lágrimas y su verdad sentado en el postrero banquillo. Porque David siempre ha sido inconformista y su personalidad huele a fútbol de siempre. De ese esencial que va más allá de modas, modernidades o contingencias estratégicas y oportunistas. Lloraba fútbol.
Villa es el otro fútbol. El ser humano que se diluye embobado dentro de una zamarra. No. Su camiseta no es otra cosa que la prolongación de su nato deseo. Villa lloraba porque es honrado y le duele el paso del tiempo, y le jode que le sienten, y quiere estar lo más posible en el césped para hacer emoción, y arriesgar, y clavar el balón en la red a menos que te descuides. Como siempre y debe ser.
Villa es un guerrero del gol. Un hombre honesto pegado a sus sueños. Un futbolista irreductible y sin domar, un pura sangre que te deja perplejo y maravillado. Sabes que puede pasar que jamás te defraude. Porque el fútbol y su sabor nunca te puede decepcionar ni dejar indiferente.
El llorar del gran guaje significaba que le gusta jugar al fútbol. Que siempre te lo tienes que pasar bomba cuando juegas al fútbol. Que cada encuentro es una cosa diferente y rápida, y que nunca se ha de parecer al evento anterior. Que su deporte no puede llevar demasiadas nostalgias ni lamentos, y que asume esta dinámica y estas reglas de juego. Villa es el fútbol. Ese jugador que es capaz de hacer que la gente vaya al estadio y que siempre aspire a pensar que se pueden resolver las cosas.
David ha huído de polémicas y de forzadas sonrisas. Su mundo no es el micrófono sino las áreas, y su fútbol comprensivo y vertical. Entiende que el sabor de su juego preferido sale de la cocina y es olido por muchísima gente. Como una paella aromática o como la fabada de su terruño.
Villa es un jugador de pueblo, como el mítico Quini, pero con la necesaria y adicionada mala leche de enorme e incomparable goleador. Villa es futbolista de muchos campos de fútbol, de muchos equipos, de culo pelado, y de reivindicarse siempre y partido tras partido.
Lo mejor del gran David Villa es que puede parecer un niño ilusionado y convencido, el cual se pone su camiseta y sus ganas, y allá que se va a donde sea para jugar a su fútbol.
Lo suyo es el balón, y el tiro a puerta, y la bicicleta que huela a gol, y la alegría por los tantos, y su verdad apasionada y natural que te lleva a los tiempos felices de la inocencia y de la verdad.
Villa es el rara avis. Y al mismo tiempo, la gran sensatez. Es de esos jugadores que no solo necesitaremos porque marcan goles a porrillo. Sino porque siempre ha creado y ha vibrado incluso con sus propias carreras.
¡ENORME EL "GUAJE"!
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