En el Psiquiátrico de Orfans hay un loco singular. Aparenta ser como los demás enfermos con su aspecto desaliñado y un tanto siniestro. Pero lo que hace Sfan Minsk, solo es una estrategia y una pose de supervivencia. Desea estar en tal manicomio para poder de esta manera protegerse del mundo exterior, el cual le ha decepcionado por completo.
Sfan es físico nuclear, y su currículum está lleno de carreras y de licenciaturas, de brillanteces académicas y de méritos indiscutibles y trabajados.
Lo que sucede es que Sfan no se fía de lo que pasa ni en Orfans y en cualquier otro lugar. Llevaba muchos años realizando trabajos menores para sus méritos, luego en el paro, más tarde en la indigencia, y algunos años más en la decepción. De modo que apuesta por la locura como forma de asegurarse un poco de comida y de calor.
Sfan Minsk decidió liarla y hacer mucho ruído. Comenzó a soltar airadas incoherencias, y asustó a quienes le conocían en su barriada habitual. Pronto le iban a echar de su casa por impagos, y aquello parecía haber colmado su triste paciencia. Hasta que logró que lo sedaran y que le diagnosticaran una incurable afección mental. En ese momento, Sfan tuvo interiormente una extraña sensación de protección. Era fundamental hacerse el loco y pasar por todas las apariencias de irracionalidad. Estaba tan cansado que decidió que allí iba a burlar todas sus zozobras de futuro.
Tiene cuarenta años, y hace muecas y caras muy extrañas. Y sobre todo, imposta. Sabe que si se vuelve hacia la cordura, entonces le sacarán del Psiquiátrico y tendrá que pensar algo. Pero el táctico e inteligente Sfan se niega por completo. Apuesta por el acercamiento aparente hacia lo irracional como método estratégico y de supervivencia desesperada.
Lo que ha hecho Sfan Minsk y desde el primer día, es observar agudamente a todos sus compañeros del manicomio de Orfans. Y de todos ellos va imitando sus extravagancias y ademanes heterodoxos. Ha creado un personaje irreal, que trata de que encaje entre lo que se espera en un enfermo.
A veces entra en extraños mutismos y se niega a comer. De pronto salta y entona cánticos a los que acompaña de canciones extrañas y de protesta en diferentes lenguas. Adopta posiciones inesperadas, y hace de la incoherencia su arma favorita. ¡¡Ahí afuera siente que ya no le espera nada!! ...
Sfan Minsk es listo. Los psicólogos y psiquiatras del manicomio de Orfans ven en él a un tipo enajenado y sin remedio alguno. Y Minsk les engaña con tan fina astucia de bisturí, que incluso acepta que le mediquen y que le den fármacos, a pesar de que no padece el más mínimo trastorno.
Esto último sí que preocupa algo a Sfan. Teme que algunos de los fármacos pueda afectarle el organismo y le cree adicciones o problemas. Pero, aún con todos los riesgos, el físico nuclear asume las cosas y acepta decidido. Quiere cerrar las dudas. Si toma todos los medicamentos que le da el personal del Centro, nadie podrá sospechar.
Si su cuerpo y su mente aguantan las pruebas, habrá logrado blindar todos sus objetivos. Sfan Minsk siente terror a continuar y a afrontar su desnuda verdad. Allí adentro hay un demente que desea abusar de él, y Sfan no lo debe consentir. Ha de protegerse de él, y hacer que algún funcionario descubra a su acosador. Tenerle paciencia y esperar la ocasión propicia.
Mas sus reacciones siempre deberán sembrar la duda. No ha de producirse jamás con la conducta de un cuerdo. ¡Nunca! Eso se lo tiene prohibido a sí mismo. De manera, que sea cual sea su protesta, siempre será al revés de lo que se espera.
Y seguirá bailando, y negándose a comer en ocasiones sorprendentes, y a decir que es un dios que todo lo sabe, y entonces a continuación llorará con estrépito delante de todos afirmando que en realidad nunca le ha acompañado inteligencia alguna y que apenas nada logra saber.
-SFAN MINSK Y SUS RIESGOS-
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