Al fin recordé mis obligaciones hacia mis plantas del balcón. Demasiado tiempo distraído y seguro que estresado. Y yo sé que las plantas de mi balcón me saben y me conocen, y a través de ellas siempre hago un reflejo y hasta un espejo de mí mismo.
Sí. Recordé que hacía tiempo que no las ayudaba con nueva energía. Con clavitos de guano, por ejemplo, los cuales los incrusto en el interior de la tierra de las macetas, y encuentran en esta substancia mis plantas una confiada ayuda.
Surcar mis plantas. A esas plantas exteriores, que reflejan mi estado de ánimo y mis energías actuales. Hay una proyección mutua. Un vis a vis. Una autenticidad que pasa por mi afición a la jardinería y a las plantas en general, y que puede verse como algo que me relaja, retrata, desmenuza y hasta desnuda. Cuando estoy al lado de mis plantas, se me ve mucho y sin tapujos. Y yo veo a mis plantas y a sus incidencias y características.
Cuando fui a clavar los elementos de guano, comprendí y constaté varias cosas. La primera es que la tierra estaba endurecida y muy difícil de ser penetrada. Cuando hurgaba sobre dicha tierra, no encontraba la más mínima colaboración. He regado durante muchos meses muy poco mis plantas. Es como si hubiese tenido miedo de que se encharcaran, y he espaciado en exceso mi presencia sobre ellas. El fuerte viento y la casi ausencia de lluvias, han reforzado la dureza que acaba por no dejar apenas que pase el oxígeno del aire. Y mis plantas no están sueltas o aceptadoras, sino rebeldes y hurañas.
Cansado como ellas me sentí. Distante y anodino. Torpón en mis ejercicios sobre mis plantas, sin energías, como extraño y a la vez alegre. Nervioso y feliz. Me estaba examinando y siendo real conmigo mismo a través de ellas. Y tuve muchas dificultades para introducir los clavitos del guano en el interior de las macetas.
Sí. Yo también estaba sin ideas, hechizado por una cierta desazón, desubicado y un tanto ausente. Y casi desde la inercia seguí con mis trabajos sobre las plantas. Y me fui recuperando bien pronto de mis cansancios evidentes hasta aparecer el dios del relax. Sí. Comenzaba más a poder concentrarme y decidir el porqué de las torpezas y de las dificultades. Me faltaba alegría. Que de esa alegría viene toda mi convicción, vida y energía.
Logré finalmente introducir todos los clavitos, y tomé agua y las regué a continuación. Nueva adversidad. Un aspirante a fontanero me había estropeado el grifo y el agua solo salía caliente. Literalmente, quemando. Y a la segunda vez que lancé el agua caliente sobre las hojas y la tierra, rectifiqué y templé dicha agua ayudándome con el grifo sí fresco del cuarto de baño. Y además y para mi satisfacción, apareció imperial e insólita la potente agua de la lluvia. Más oportuna, imposible.
Las plantas me decían que descansara y que me cuidara más, y que así podría realmente recuperar toda la salud de mí y mi vitalidad siempre existente y hasta exhuberante. Esa fue la lección. A cambio ellas me darían nueva paz y nuevo sosiego, nueva naturalidad y originalidad. De modo, que en paz y satisfecho, terminé mi labor visitando a las escasas macetas que andan en la parte de mi casa que da al deslunado.
Sí. Me sentí recuperado. Relajado y más concentrado. Había mucha razón y mucha verdad. Porque me puse altruísta y me sentí de nuevo yo, creativo y feliz. Recorté una planta dándole forma artística, y me reconcilié. Con las plantas puedo ser feliz y juguetón, inventivo y brillante, y especialmente satisfecho de mí y conmigo mismo.
Ahora, se trata de aplicar esa verdad intacta a todos los balcones y ventanas de mi ser. Toda esa filosofía mágica y botánica que entra en mí y que necesito, admiro y amo.
-COMO A MÍ MISMO-
0 comentarios:
Publicar un comentario