Séis metros y dieciséis centímetros. 21 años después de que el zar de Ukrania Serguéi Bubka certificara el dominio de su olimpo incomparable con un récórd mundial y final de 6,15, un bajito y sensacional pertiguista francés llamado Renaud Lavillenie ha terminado con su dictadura antológica e insuperable.
Serguéi Bubka. Un dios. Un mito del mejor atletismo. Uno de los más grandes deportistas de todos los tiempos. Alguien, que no parecía conocer el límite. Un fuera de serie, con unas portentosas facultades y con una especial capacidad de concentración. Fantástico y genial.
Volar. Los astronautas del tartán y de las pistas. Lanzarse desde la pértiga, buscando logros y hazañas estratosféricas. Saltar por el aire también puede ser libertad. En el fondo eso es el salto con pértiga. Una maravillosa chulería al alcance de valientes y majestuosos locos osados y exitosos.
Destronar a Bubka tien demasiado mérito. La hazaña del nuevo dios Lavillenie no es exagerado el compararla con los alcances de Usain Bolt. Saltar 6,16 es una fantástica animalada. Es lanzarse camino de la estratosfera y de todos los límites. Hay que estar un poco loco para creerse que se puede pasar al mito Bubka y midiendo unos bajitos ciento setenta y séis centímetros de altura. ¡Un asombro!
El aire y la libertad. La valentía y la ciencia. Las facultades y el rigor, pero también la heterodoxia. ¿Correr más deprisa que Bolt o ir más hacia arriba que Bubka?, ¿cómo se hace éso?, ¿tiene algún tipo de convincente explicación? ...
En la pértiga al menos, la explicación se llama Renaud Lavillenie. Un atleta galo, con una ambición y un desparpajo absolutamente desconcertantes. Porque Lavillenie se cree lo que va a hacer. Algo en él le convence de que la va a liar. Algo en sí mismo le dice que vale la pena el intentar obviar las barreras y el pasado, y así abrir un nuevo tiempo.
Desde 1993, el tema de la pértiga era un bostezo lógico y las cosas fastuosas de Bubka. Todo lo demás era fantasía inconclusa y deseo inacabado. Rutina de homenaje final al gran zar ucraniano.
Lavillenie lo acaba de dejar todo patas arriba en el salto excepcional. Su récord del mundo hace trizas el pasado y los impulsos castrados. Ya se puede seguir teniendo chance en pértiga. Ha llegado un sucesor inesperado y concreto. Ahora es el nuevo rey.
Renaud no mira si es demasiado bajito o eufóricamente utópico. Lo que tiene es una infinita confianza en sus piernas y en su verdad. Y pide alturas como hizo en la sagrada Donetsk. Pidió a los jueces nuevas ambiciones y nuevos retos. Hacía años que Renaud Lavillenie daba puñetazos sobre los inconformismos y las utopías, y acababa con las timideces y con los rubores de unos y de otros. Porque todo es mental y emocional, y el salto con pértiga exactamente lo mismo. Es una prueba en la cual si tu cabeza te dice que no, casi que es mejor que no intentes agarrar la pértiga ni tomar la carrerilla.
Sí. Lavillenie amenazaba con abrazar los sueños ya hacía tiempo. Y desnudaba los límites de los séis metros y tonteaba con los 6,10.
La flor de su mágica primavera ha eclosionado en el invierno de este febrero. Ha cogido la nave de sus piernas y se ha dado un paseo triunfal por el espacio de su alarde. Y ha sido insolente y rebelde, y ha enseñado lo que es la superación y la nueva apertura de los caminos dándole un genial empujón de alegría al atletismo posible y abierto.
¡MERCI, MONSIEUR LAVILLENIE!
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