Vagamente podíamos tener una idea de Venezuela. Había que buscar en la nada, y en el mapa de su corazón y de sus entrañas. América estaba en Estados Unidos y Méjico, pero nada parecía existir,-con la excelsa excepción cubana-, hasta que no llegábamos hasta la siempre desconocida y sambera Brazil y desembarcábamos mediática y finalmente en Argentina, Chile o Uruguay.
El caudillo Hugo Chávez ha colocado en la frescura viva del visor de la realidad, a unos pueblos enguerrados y de izquierdas, enfrentados a los grandes poderes fácticos que el dinero y el mercado propone en el mundo. Chávez ha sucedido al mito Fidel, y Centroamérica sabe que ha tenido una referencia y una presencia. ¡Es y existe! ...
Hugo Chávez fue un militar guerrero y belicoso, golpista, gorila, y tremendamente generoso con la izquierda y con su posición ideológica. Fue la voz de Centroamérica, de Latinoamérica, decía lo que le pasaba por el sitio y sin ambages. Se sentía grande y poderoso. Tenía el poder y el petróleo, poesía arrestos y bemoles, y el pueblo de la izquierda real ha podido ver su sueño bien realizado. Hemos gozado de esperanza con el gran líder populista.
Hizo de la televisión mundial y de los medios, su gran aliado. Lanzó todos los sapos y culebras contra el imperialismo, y fue muy listo y astuto. Interrumpió a quien le vino en gana y cuando le vino en gana y consideró oportuno. Nadie le tosió. Fue grande y temido. Se enamoró de los pobres de su país, y lanzó constantes invectivas contra un mercado globalizado y ventajero, habló y habló hasta caerse de culo, e hizo que las cabezas de gomina y bienpeinadas terminaran alzándose para mirar quién diantre era ese tipo que tanto ruído hacía.
Chávez ya es historia, y acaba de fallecer a los cincuenta y ocho años. Bolivariano, orgulloso, excesivo, libertador, irreductible, toscón, sentado en su plató de Venezuela, y no perdiéndose ningún movimiento de actualidad política. Supo ser zorro y sagaz, y el gran protagonista carismático de los momentos emocionales. Fue capaz de hurgar en el gran petróleo de la emoción de los pobres, y nunca pareció acojonarle el miedo. Como militar que siempre fue, no tuvo nivel de político ilustrado y culto al uso. Tuvo grandes limitaciones y grandes astucias.
¡Aló, Venezuela!, cantaba desde su televisión nacional, y dando la bienvenida al día a todos sus conciudadanos. Logró desmarcarse de las risas ajenas, y construyó todo un personaje exótico y a la vez tozudo. Fue el padrazo de los pobres, y el látigo incesante para la oposición. Y finalmente, creó el "chavismo".
Sí. El "chavismo", como en su momento fue el "castrismo". Porque fue personalista y despótico, brutal con sus enemigos, y guerrero feroz y bueno entre los suyos, logrando encandilar a una esperanza.
¿Quién sabe algo de los anteriores presidentes de Venezuela?, ¿los recuerda alguien? No. Igual que tampoco Venezuela tenía que ser una República meramente bananera y con chicas en la playa camino de Miss Mundo. No. Venezuela era un país potente y terrible, en donde convivía la enorme guerra larvada y evidente que genera el abismo que divorcia a pobres y a ricos. Enorme pobreza y gran riqueza mal distribuída. Todo junto. Contraste y violencia. Sangre.
Ese ha sido el gran pleno y éxito de Chávez. Que se hable de nosotros aunque se hable mal. Que nos tengan presentes, que aquí hay gente, y que parlamentamos y vivimos. Que, Venezuela, no es solo una postal para turistas adinerados.
Hugo Chávez le devolvió a Centroamérica y a Venezuela la dignidad y la presencia. Se hizo el grande e hizo grande a muchas ilusiones. Hizo soñar. Ahora, tras la muerte del gran caudillo nunca puedes estar seguro de mucho.
- ¡ALÓ PARA SIEMPRE, HUGO CHÁVEZ! -
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