La Tierra. Año 2045. ¿Qué era el Bien? Pocos terrestres recuerdan ya tal idea. Todo es individualismo y supervivencia. Es como su la ínvolución hubiese devorado la progresividad refinada que pudiere observar Darwin.
El hombre vuelve a ser un mono. Una bestia extraña. La desconfianza se ha adueñado del planeta. La idea de lo social huele a rancia y a imposible. Está muerta.
Lo que hay, son tribus y pequeños clanes. Y una feroz violencia de selva, es el hilo musical o sonido de fondo que puede percibirse. Han vuelto los valores caníbales, y desaparecido la compasión. Las mujeres se limitan a dar el pecho a sus hijos, y en cuanto les ven caminar les abandonan. La idea del amor ha desaparecido y solo todo es sexo y animalidad.
Hay una lógica que marca el consenso y que parece decir que si sigues vivo es que lo estás haciendo bien, y que si te matan o esclavizan has cometido los suficientes errores para lamentarte sine die.
El Poder, tal y como hoy podemos concebirlo, se ha modificado por completo. Ya no hay políticos, ni ideologías claras, ni representantes, ni valores, ni mediadores. El dios se llama Ego. El Yo. El cada uno, y la individualidad y azarosa actitud personal.
La libertad es cosa de personas extremadamente violentas. El planeta es una dictadura piramidal y sin cohesión. Desde la idea del subsistir, se persigue y se castiga con pena de muerte a los idealistas románticos que todavía protestan ante los abusos de los Grandes Líderes. Aproximadamente, dichos Líderes son séis o siete tipos como máximo. Y no siempre se llevan bien, porque son profundamente ambiciosos. Siempre quieren más del otro Líder, y sucumben pronto a la nueva invasión y al nuevo ataque violento.
¿Los países pobres?, ¿los ricos? Éso, ya no existe. No hay fronteras geográficas. Se puede pasar. Pero, depende a dónde. Lo que no se puede hacer es tener la osadía de cuestionar la hegemonía de los Grandes Líderes.
África es una anécdota que viene del pasado, y los grupos de poder blancos son protegidos por ejércitos de miles y miles de defensores, que logran así un mísero salario que les permite sobrevivir. Los funcionarios comprados de la seguridad, nunca dirán que no a las órdenes de arriba. Si alguno de ellos decide desobedecer, son sometidos a una muerte más cruel que la que hoy se puede imaginar. Y los gestos y escenas del dolor de las torturas que llevan a la muerte inevitable, son grabadas y distribuídas por un internet supercontrolado, para que a nadie se le ocurra ser un traidor. ¡¡Jamás!! ...
Todos los días hay muertos por las calles. Unos mueren a tiros de metralleta, otros de hambre, y otros a golpes de palos y cuchillos. Todo es un caos y desorden, en el que solo unos bien pocos pueden reír a carcajadas, y los ejércitos de la seguridad sonreir y sobrevivir.
La censura es una pared impasable, por la cual a veces se cuelan extraños resquicios de maledicencias siempre idealistas y románticas. Además, hay rumores que siempre se parecen mucho y que sirven para que en los ágapes suntuosos de los Grandes Líderes corra la risa y la sensación de absoluta impunidad y total dominio.
Entre grandes carcajadas, uno de los Grandes Líderes itera el rumor de que están llegando al planeta unos seres severos procedentes de lejanas galaxias con la sola intención de que el hombre pueda volver a creerse la idea de la libertad y de la reivindicación.
Se descojonan cuando hablan del amor y de la ternura, de la piedad y la compasión, de la ayuda o del progreso conjunto y social. Sí. Entre más que abundantes copas y caviar del más caro, los Grandes Líderes de lo que otrora fue un mundo de valores humanos se chotean de todos los dioses y de todas las adversidades. No hay rivales no previstos.
Y antes de despedirse de la gran fiesta, un mandatario que no sabe del dolor, afirma que a ver si es Dios el que viene en las naves con sus Apóstoles, y no seres metálicos con inteligencias absurdas y de ciencia ficción.
Parecen tener razones para estar confiados. En los grandes radares y telescopios, nunca se ven extrañas aproximaciones. Si acaso, algún meteorito travieso y sin puntería. Mas todavía hay seres no del todo derrotados que esperan por fin la gran sorpresa.
-HABRÁN DE TENER SUERTE-
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