El señor Pepe, es educado y ceremonioso, contradictorio, independiente y muy peculiar. Lo veo muchas mañanas sentado en un banco del Jardín Botánico, y siempre está leyendo un libro. Es astuto, y observa con timidez tus ademanes.
Delgado y fibroso, el señor Pepe afirma que la soledad no es tema suyo, pero poco a poco le voy notando algún pero en su afirmación. Hoy mismo, me he dirigido a él, le he dado los buenos días, y como me ha visto ojos claros de querer iniciar una conversación, a ello que se me ha puesto.
Lo primero que me ha extrañado, es que estuviese leyendo una novela escrita en francés. Al preguntarle si es que dominaba el idioma de Molière, no ha sido muy claro aunque parecía querer darle lógica a su discurso.
Me dice el señor Pepe que está recibiendo clases de francés, y que el libro le ayuda a repasar palabras y asimilar conceptos. Si él lo dice ...
Lo que sí que he observado en el señor Pepe,-nacido en el valenciano barrio de Patraix-, es que en realidad lo que tenía ganas era de hablar con alguien y dejarse de soledades y lecturas de libros. Porque se le notaba al hombre chispa en los ojos, en las ganas de comunicarse verbalmente conmigo.
Nunca parecerá que tiene ochenta y un años,-porque no le haces más de setenta-, y sé que le gusta mucho la zona de los Poblados Marítimos porque ya me lo dijo en alguna ocasión, así como que llegó a jugar en el Malvarrosa, que viene a ser el equipo filial del ahora de moda Levante UD. Y que, con suerte, podría haber jugado en Segunda División.
Hoy, el educado y afable señor Pepe, me ha hablado, y no sé a qué ha venido el tema de las cosas de la Guerra Civil. Miento. Sé el porqué. Ha sido, porque yo le he protestado su edad, y él me ha dicho que vivió la guerra de niño. Y, ha seguido hablando.
Me dice, que de chiquillo, no supuso para él dicha guerra nada extrañamente especial. Que, él, jugaba con sus amiguitos como si nada pasara, y que consideraba desde su infante inconsciencia aquel estado excepcional y terrible, como algo normal y que no pasaba nada.
Me dice igualmente, que se iban todos al refugio cuando sonaban las sirenas. Y que lo que más daba miedo era la noche. Porque en la noche, aparecían los soldados y milicianos de la República con su luces apuntando al cielo en busca de los cazas fascistas de Franco, que se disponían al bombardeo sobre mi ciudad.
Y después, y tras asegurarme que los refugios en guerra no valen para nada y que si te cae la bomba allí es que se mueren todos, el señor Pepe se ha centrado en el tema de los alimentos y del hambre. Porque, él, pasó hambre. Como tantos y tantos valencianos en medio de la fratricida Guerra Civil. De civilizadas, poco tienen las guerras ...
Afortunadamente, no solo no mataron a su padre en el frente de Teruel, pero me dice que cuando volvió a Valencia, él se alegró pero hasta cierto punto, dado que apenas había podido, dada su edad, entrar y estar en contacto con su progenitor. Y, que habían muy pocos productos en las tiendas, y que lo mejor que pudo pasar es que todo terminara.
El señor Pepe, que es bastante de derechas, me dice que recuerda cómo las gentes salían alborozadas a la calle al escuchar por la radio el fin de la contienda. "¡ La Guerra ha terminado !" ...
Y, rápidamente, me habla de que tuvieron mucha suerte, y que recibieron una herencia de tierras y casa en la vecina localidad de Paiporta. Y que una vez en Paiporta, ya fue otra cosa. Labraron la tierra, le dieron rendimiento, se refugiaron también en el negocio de la economía de trueque y estraperlo, y que todo le fue a mejor afortunadamente.
Termina diciéndome para mi sorpresa y reflexión, que por mucha crisis que hoy haya, no se podrá nunca comparar con todo aquéllo.
Yo, no estoy de acuerdo. Pero no se lo diré, porque me ha entretenido la mañana, y la conversación ha sido fluída y amena. Entonces, si al señor Pepe le gusta tanto el hablar, ¿por qué se aleja desde un libro y de las gentes? ...
-NUNCA ME LO DIRÁ-
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